Superar la democracia representativa.

Antonio Puech Lissén

Racionales, pero a tiempo parcial

 

“¡No nos representan!”

Es uno de los gritos más de moda en los últimos años y responde a los pensamientos de una parte de la población. Hay un distanciamiento creciente entre representantes y representados, a la vez que aumenta la demanda de mayor capacidad de decisión por parte de la ciudadanía. Cada vez somos más los disconformes con este tipo de democracia, la democracia representativa, que supone que la voluntad popular se ejecute a través de la mediación de diputados y senadores, los cuales responden ante los intereses partidarios y no ante los intereses de la ciudadanía. Vivimos en una partitocracia, en la que la voluntad general ha sido sustituida por la voluntad política de los partidos. Si no confundimos legalidad con legitimidad (lo siento, Max Weber), el hecho de que los ciudadanos no reconozcan como justo y adecuado un orden político, termina socavando la legitimidad de dicho orden.

Durante las últimas semanas/meses hemos presenciado la incapacidad de nuestros políticos para llegar a acuerdos que permitan la formación de un gobierno. No son capaces de superar sus propias restricciones, por miedo a que les suponga problemas internos en sus partidos o que pierdan apoyos en futuras elecciones. Es otro motivo más para caminar hacia una democracia directa, no representativa. ¿Por qué no podemos decidir los ciudadanos quién va a ser nuestro presidente? ¿Por qué no se puede acudir a una segunda vuelta en el caso de que en las primeras votaciones nadie alcance la mayoría absoluta? Nuestros vecinos franceses así lo hacen a la hora de elegir a su jefe de Estado. Francia es una república semipresidencialista (la V República) cuya constitución contempla que su presidente, el jefe del Estado, es elegido por sufragio directo por un periodo de cinco años. Es el presidente de la república quien designa al primer ministro, el cual, a su vez, propondrá a aquel la formación de su gobierno. La Asamblea Nacional Francesa puede tener mayoría del partido en el gobierno o no, lo que puede condicionar la actuación tanto del presidente de la república como del primer ministro. Y hay muchos más ejemplos de países que contemplan elecciones a dos vueltas.

Una situación análoga podría ocurrir en España: si de las elecciones generales no sale ningún candidato con mayoría absoluta se podría acudir a una segunda vuelta entre los dos candidatos más votados, de manera que son los votantes los que deciden quién les va a gobernar, sin que intervengan intermediarios que interpreten lo que los votantes han querido decir al ejercer su voto. El presidente elegido en esa segunda vuelta estaría muy condicionado por el parlamento que hubiera salido de las elecciones generales. Este mismo procedimiento de segundas vueltas se podría emplear en el caso de los ayuntamientos, de manera que los alcaldes salgan de la voluntad de los votantes y no de la interpretación que hagan los partidos de esa voluntad popular. ¡Déjennos decidir!

Teóricos de la representación parlamentaria como Burke, Hamilton, Sieyés elaboraron sus teorías en el s. XVIII cuando se podía considerar al conjunto los ciudadanos como una colectividad desorganizada que requería ser reconducida. En teoría política ha ido cambiando el modo de analizar la democracia representativa. Así, ya en el s XX, Schumpeter la entiende como una democracia elitista competitiva, como un simple procedimiento para elegir gobiernos y legitimar sus decisiones. Comparaba el funcionamiento democrático con un mercado político donde los ciudadanos son consumidores políticos que compran, con su voto, ofertas políticas a candidatos y a partidos. Los votantes no pueden más que adherirse o no a las propuestas, incluidas las listas electorales, que elaboran los partidos. Lo tomas o lo dejas, no hay posibilidad de diálogo. Esto recuerda a los contratos de adhesión que los ciudadanos tenemos que soportar ante las grandes compañías que nos suministran servicios, como la telefonía, la energía eléctrica, gas, etc. Te adhieres o no, no hay margen de negociación en una situación de absoluta asimetría. Los partidos políticos tradicionales han adquirido esa misma imagen de “abusones” ante el ciudadano. Sin embargo, en la segunda mitad del XX ya surgen propuestas de democracia participativa con autores como Habermas, Bachrach, Duverger, etc., que critican la teoría política elitista imperante.

Estas corrientes políticas adquieren una nueva dimensión en el s. XXI. Los avances tecnológicos de la actualidad facilitan, a través de las TIC, una participación social y política amplia que permitiría superar la imposibilidad de deliberación que en tiempos pretéritos condicionaba al conjunto de la ciudadanía.
Superar absolutamente el sistema de representación proporcional es imposible, pero caben reformas que permitan una mayor intervención de la ciudadanía, para que esta pueda sentir de nuevo como propio un sistema del que se ha ido distanciando. Además, es fundamental hacer esa representación más proporcional. Sin necesidad de acudir a sistemas proporcionales distintos a D’Hondt, se puede hacer un reparto más justo, cambiando las circunscripciones electorales, de manera que no se pierdan tantos votos. Una manera de hacerlo es convertir la comunidad autónoma en circunscripción electoral.

Como decía Machado, “…se hace camino al andar”. En lo que aquí nos ocupa, la práctica de la democracia directa expulsará a demagogos y a aquellos que intoxiquen a la opinión pública. En los propios procesos políticos participativos se pueden identificar procesos de aprendizaje social. Así ha ocurrido en el Brexit, donde se han evidenciado manipulaciones que difícilmente volverían a producirse si la consulta se repitiera. En Suiza, donde la práctica de la democracia directa está muy consolidada, después de muchos años ejerciendo las consultas populares de manera continuada a lo largo de todo el año en todos los cantones, se puede comprobar que los votantes deciden de forma muy sensata, incluso con resultados que provocan chistes en el resto de Europa, como cuando rechazan tener por ley más vacaciones. Y no es que los suizos estén mejor educados o sean más inteligentes que británicos o españoles, sino que, simplemente, al llevar mucho tiempo ejercitando esa práctica, la ejecutan con habilidad.

Parece generalizada la demanda de cambios en España. Los más conservadores (que los hay de derechas, pero también de izquierdas) piden cambios menores, pero otros pedimos cambios en profundidad. En mi caso, incluso cortes constituyentes, ya que toda generación debe tener al menos una vez en la vida la posibilidad de decidir cómo tiene que ser el país en el que vive.

El sistema constitucional que surgió en España después de la dictadura de Franco ha tenido una vigencia con luces y sombras. Los éxitos vinieron sobre todo con la estabilidad política que se vivió durante una Transición, que podía haber sido más conflictiva (no nos olvidemos, por ejemplo, de las frecuentes tensiones provocadas por el terrorismo durante aquellos años). Sin embargo, el sistema del 78 ha ido degenerando, en parte, por las promesas incumplidas por PP-PSOE de regeneración política: listas abiertas, independencia del poder judicial, lucha contra la corrupción, etc. Me reconozco culpable de haberme creído sus mentiras. Esta situación política, acompañada por una gravísima crisis económica, es aprovechada por partidos emergentes que toman el relevo de la exigencia regeneracionista, ante el descrédito de los partidos tradicionales, y que supone el cuestionamiento del bipartidismo. El actual sistema político español parece estar tocando fondo: a todos los problemas de falta de calidad democrática se une ahora que ya no es capaz ni siquiera de formar gobierno. Esta es la última desgraciada novedad. Se impone la necesidad de abordar reformas en profundidad.

El movimiento regeneracionista en España tiene una larga tradición en España. Surge a finales del XIX con la crisis finisecular, y continúa durante buena parte del XX con figuras relevantes como la de Joaquín Costa. ¿Podrá conseguir en el siglo XXI esta nueva versión del regeneracionismo los logros que se le negaron durante tanto tiempo?

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