CLUB DE LOS ESCRITORES VIVOS

CLUB DE LOS ESCRITORES VIVOS 

 

DELICATESSEN

Amigo

Por Nuria Rubio

 

– Creía que éramos amigos, le dijo Roberto antes de cortar la llamada.

Fernando y él eran compañeros de trabajo desde hacía tres meses, si bien es cierto que habían sentido una gran afinidad desde el primer momento. Se sentó delante de su portátil, estaba preocupado. Consultó su perfil de Facebook, no buscaba nada en concreto, quería ocupar su mente en algo que le rescatara.

-Doscientos treinta y seis amigos en mi perfil, dijo en voz alta, mientras fruncía el ceño y leía las últimas entradas. Nada nuevo, lo de siempre.

Sonó una notificación en su móvil, corrió a cogerlo. Era Paco, del gimnasio, le proponía una salida nocturna para el fin de semana, para tomar unas copas: Anímate y vente, te sentará bien pasar un rato entre amigos, le decía. Primero cenarían en casa de un tal Chema, también del gimnasio, iban todos los habituales del pádel de los sábados por la mañana. Sus ¿amigos? Sintió pena, se desplomó en el sillón, pensativo. De repente le vino a la mente aquella clase de francés, hace algún tiempo, donde le explicaron las distintas formas que tenían en esa lengua para describir la palabra Amigo (ami), y entonces comprendió cuál era el problema.

 

AMIGO, ¡qué palabra tan grande!, ¡cuánto valor encierra en su significado! Lástima, pensó, que tantas veces no le demos su lugar.

 

¡Piiip!, sonó de nuevo su móvil, le avisaba de una notificación, un mensaje de WhatsApp. Era de Patricia: Lo siento Fernando, no sé cómo decirte esto, sé que deberíamos hablar en persona, pero no puedo Creo que lo nuestro no va a funcionar. Además me estoy replanteando volver con Fran, él sigue insistiendo. Espero que lo entiendas y, sobre todo, no te preocupes, podemos quedar como amigos.

 

 

Amor

Por María Tarancón

 

Ella lo vio en una tienda y se enamoró casi de inmediato. Superó su timidez y lo invitó a un helado. Al poco, estaban saliendo. Él era sencillo y espontáneo, hablaba mucho, se hacía querer, tenía cuidado con todo. Ella se sentía vivir, soñaba con él, le regalaba flores entretejidas, que previamente había recogido del suelo. A él le gustaba porque ella era diferente.

Pronto, le empezó a dar ideas, algunas pistas. Ella dejó de pararse en mitad de la calle, de mirar hacia abajo, de buscar perfiles. Abandonó su querencia por los intersticios, las oquedades, las entrelíneas, los márgenes. Él la enseñó a mirar de frente, a la línea del horizonte, sin titubeos. Ella se quitó las gafas.

Un día, ella dejó de tararear al salir de su casa, a cambio, había aprendido a confeccionar diversas listas de cosas importantes.

Lenta y empecinadamente, ella se fue convirtiendo en una mujer igual a todas las demás. Pasado un tiempo él la dejó. No sabía porqué, ya no sentía nada.

 

 

Cuando Despertó…

Por Manuel Rosa

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí

…contemplando desde las alturas de su cuello una multitud de moles de hormigón que mostraban una populosa ciudad. Temeroso de avanzar sobre sus patas y aplastar a aquellos seres que pululaban bajo su vista, permaneció sin moverse, como un gigantesco animal disecado, atento sólo a las conversaciones que le llegaban…

Debido a la distancia que separaban sus oídos del suelo, sólo alcanzó a escuchar el griterío de aquellos que andan buscando escaleras para crucificar al prójimo, y los aullidos de los que practican todas las formas del odio y la crueldad. En cambio, esa otra multitud silente que descubre la belleza en el breve roce de dos pieles, o esos que levantan entre sus manos un recién nacido, expresando así su innegociable amor por la vida, quedaron, una vez más, como pasos sin huellas…

El dinosaurio había tomado una decisión. Flexionó sus patas hasta recostarse en el suelo y cerró los ojos. A su lado, asomaba una nota.

A los escritores futuros:

No quiero volver a ser despertado. La primera vez lo hice por el Sr. Monterroso, que me pidió participar en su cuento, y del que jamás recibí reconocimiento alguno por hacerlo. Me dejé convencer, una segunda vez, por un escritorzuelo aficionado, que me aseguró que quería alargar el cuento de Monterroso con el fin de granjearse la admiración de no sé qué Estanco. Ambos me han utilizado, poniéndome al servicio de sus ínfulas literarias. Por favor, déjenme dormir el sueño eterno.

 

Desolación

Por Julia Casanova

Vagando de noche sola, perdida y sin rumbo, sintiéndose el ser más miserable de la tierra, con la ropa desgarrada y sin notar el frío, que aquel día de invierno cortaba la piel, apareció junto a lo que parecía ser un cobertizo, un chamizo de cañas y barro mal construido con una pequeña puerta y un ventanuco por donde se filtraba la escasa luz de luna que enormes nubes negras dejaban escapar. Estaba aturdida, aunque no lo suficiente como para no percatarse de que necesitaba imperiosamente sentarse, descansar. No tenía ninguna conciencia de lo que había ocurrido, pero el vacío interior que sentía, el infinito cansancio y el lamentable estado en el que se encontraba le hacían barruntar lo peor. Decidió resguardarse en aquel lugar inmundo que, pensó mientras abría la portezuela desvencijada, de alguna manera le prestaría el cobijo que anhelaba. Casi a ciegas, se dispuso a tumbarse en una pila de leños que divisó en una de las esquinas. Fue en ese momento, en una décima de segundo, cuando un cúmulo de imágenes le asaltaron, le atacaron, como si una jauría de perros salvajes se le hubiesen metido en el cerebro para devorarlo todo. Se vio a sí misma riendo junto a su madre; maquillándose; mirándose al espejo sintiéndose bonita con aquel vestido azul cielo que tanto le gustaba; en el cine con Mario, su chico; en uno de los lugares de moda tomando copas con unas amigas; unos chicos divertidos y amables ofreciéndoles llevarlas a casa en coche;… después un blackout. ¿Qué había sucedido? ¿Por qué se sentía tan desvalida? ¿Por qué se habían interrumpido las imágenes? No podía comprender nada. Haciéndose preguntas, se quedó dormida, abatida por el cansancio. A la mañana siguiente, la mortecina luz del sol de invierno la despertó. Instintivamente se echó mano al brazo izquierdo, pues una punzada de dolor le hizo reaccionar y al instante constató lo que por la noche y en su estado mental no había sido capaz de entender. La visión de un pequeño punto rojo fue suficientemente elocuente.

 

 

 

El Encuentro

Por Lluis Miró

 

Llevabas toda la vida preparándote para ese momento. Te habías levantado por la mañana después de una apacible noche agitada, habías desayunado, te habías arreglado y finalmente salido de casa. Fueron años y centenares de decisiones los que te llevaron a ese día, esa hora y ese lugar. Quizás no eras consciente, yo tampoco lo era y, sin embargo, también me había preparado. Acciones deliberadas que me condujeron a ese lugar en el mismo momento que tú. En realidad, llegué una fracción de tiempo antes, me anticipé y … te abrí la puerta para que pudieras pasar. Después de la sorpresa lo hiciste con decisión, mirando al frente, un leve susurro sonó a saludo, agradecimiento o quizás a incomodidad contenida.

Superado ese instante te volví a mirar, habían pasado diez años, teníamos más canas, un montón de conversaciones disfrutadas, algunos viajes y experiencias compartidas, habíamos crecido. Cada uno, a su manera, había incorporado la relación a su existencia.

Así vivimos, en un entramado de puertas que abrimos o nos abren, de oportunidades que nos permiten descubrir otras formas de entender y estar en el mundo… solo nos queda estar dispuestos a ver qué encuentros nos depara el futuro.

 

 

El Finde

Anónimo

 

Llego al curro después del finde. Es lunes. Bendito fin de semana, alabado sea el altísimo que me permite distanciarme de esta cueva de locos indeseables cada cinco días, y fiestas de guardar. Me cruzo con la reseca: ésta, además de ir de millonaria y de no hablar más que de pegotes, está liada con uno que está fuera de la empresa asesorando a otras que nos demandan indemnizaciones millonarias, y encima le pasa información. ¿Por qué nadie le mete mano a la cabrona ésta si lo sabe todo el mundo? Luego, me cruzo con la de RRHH. Otra que no tiene puta idea de nada y cuyo único mérito reside en que su marido pertenece a la ejecutiva del partido. Me voy cargando de malos humores y solo es lunes. En ese preciso instante empiezo a pensar en la jubilación y me hago una simulación en la web de la Seguridad Social, o la SS (suena fatal, jijiji). Vuelvo a animarme, me quedan cuatro años, seis meses y catorce días. No está mal, el tiempo pasa volando. Desde luego, el que no se consuela es porque no quiere. A media mañana hablo con mi compiamiga. Me cuenta todo sobre su sempiterno divorcio y no me entero de nada, pero yo pongo cara de que sí, de que me estoy enterando de pe a pa. Me da un beso y me dice que soy un ángel porque la escucho. Me voy a mi cubículo cariacontecida y con mala conciencia. Intento olvidar rápido. Antes de la pausa del almuerzo mi jefe me llama a su despacho y me dice no sé qué de un expediente. Mientras me habla observo por el rabillo del ojo el crucifijo en su mesa y pienso: ¡Dios mío, quién tiene hoy en día un Cristo crucificado en su mesa y se queda tan pancho! El tipo sigue hablando y yo asiento con media sonrisa. No me gusta nada y percibo que es mutuo pero disimulamos por el pacto social tácito de guardar las formas, y más con un jefe. Encima el tipo es maricón. Debo aclarar que los gays me dan exactamente igual, lo mismo que la canela en rama, pero si te toca uno de los malos… Malo. Y este es más malo que la quina. Y así van pasando los días. Uno tras otro. Cada día tiene su afán decía una buena compañera que ya no está. Por fin viernes. Me cruzo con la limpiadora, Puri. Tiene una sonrisa encantadora y como todos los viernes nos decimos: Ay, Puri. Ay, Chari. Por fin viernes. Bendito fin de semana.

 

 

 

El ruido

por Carmen del Valle

Cada vez que suena el timbre del recreo, en el patio se conecta una megafonía. Igual comparte el bienvenidos rockero, Shakira llorando la infidelidad de Piqué, reguetón intercalado, o, superpuesta, la voz en off del encargado de actividades. Un locutor frustrado, un vendedor de turrones en ciernes. En el mismo tono de los 40 principales, avisa, improvisa e informa de las novedades más variadas y nimias: envío de podscats, creación de un canal de radio, la infinitas posibilidades de los vídeos para publicarlos….

Mientras, el aula duerme.

Recoges los restos de la batalla. La bandera de la ilusión, el botiquín para lamerse los miedos frente al curso que se inicia y los innumerables sueños que se han quedado enganchados en el ventilador de techo, conectado a las 8 de la mañana para paliar la temperatura tropical, con la rueda en el número 1 para que adquiera una potencia de 4. Son las contradicciones de los objetos como mejor libro de texto.

(Shakira sigue golpeando el cristal inconsolable).

Borras lentamente la pizarra.

El dibujo de un muñeco escuálido.

Encima, una espada.

La palabra PEvAU al lado.

 

Por Cristina Martínez

La ausencia…

Apuró el café sin azúcar, amargo como todo lo que comía o bebía últimamente…

Se había levantado a las cinco, como de costumbre. Ahora podía quedarse en la cama tanto como hubiera deseado, estaba jubilado, pero se despertaba con independencia de haberse acostado temprano o tarde. El alba siempre lo pillaba trabajando, sin embargo, su percepción de la vida había cambiado….

Antes, cuando se levantaba, le sonreía a la noche todavía negra y escuchaba alborozado los primeros trinos de los pájaros. Antes, durante esas horas tempranas, cargaba las alforjas del día con ilusiones y proyectos. Antes, él lo sabía, el día le traería enjaretados problemas y fracasos. Pero, antes, estaba dispuesto a luchar y a vencer en esa batalla inevitable y cotidiana. No le importaban el cansancio, ni el escozor en los ojos ni el dolor de espalda ni siquiera las jaquecas. Eso era antes, ahora no. Esa alegría y esa fuerza se apagaron de golpe al marcharse ella.

Y lo triste, lo irremediable es que, sólo entonces, fue consciente del valor que su presencia le infundía…

 

 

¿Por qué ?

Por Rocío Fondevila

 

¿Por qué eres tú quien me da siempre la palabra?

¿Por qué?

Si tú no me has dado la vida, si contigo no he pasado

tardes inmensas, coloreando la luz del infinito, cielo de mi refugio.

¿Por qué estás aquí tan dentro si nunca has estado fuera?

¿Por qué no sabes mis pensamientos y mi boca sabe a ti?

¿Por qué, si nunca me has mirado, mis ojos conservan el brillo

de tu mirada… melada?

¿Por qué, si no ha habido lágrimas están mis manos inundadas?

¿Por qué te sigo, creyente en lo que tú nunca has dicho?

¿Por qué he parido risas

en el fondo de un vientre blanco si tus manos eran negras?

¿Por qué soy tuya…?

¿Por qué pienso en ti?

¿Por qué son tus palabras dogma?

¿Por qué repasas mis actos y cierras puertas a la luz… si no existes?

 

 

Se Despertó Pegajoso

Por Miguel Ángel Gutiérrez

 

Se despertó pegajoso. La luz de la mañana daba ya forma a la habitación. Se extrañó que no hubiese sonado el despertador que le había regalado Marta por su santo. Que poco le gustaban los santos. Medio en sueños recordó que los fines de semana la alarma se bloqueaba y puede que el tiempo también. Mientras se duchaba, sintió a su alrededor lo sucio que estaba todo desde que vivía solo. Tomó la decisión de que antes de nada arreglaría un poco la casa. La imagen del fregadero lleno de platos, coronado por la taza de café que se acababa de tomar, era un anuncio luminoso que decía “ Atención urgente”. Abrió el frigorífico, Estaba desordenado y hasta los topes. Desde la pandemia lo llenaba de comida que nunca utilizaba. Tenía que hacer sitio. Sacó todos los bricks y los botes de los estantes y los colocó en formación sobre la mesa de la cocina. Había un montón de comida caducada para tirar. Lo primero ese paquete de jamón york que contagiaba el ambiente con su olor, los yogures caducados en primavera. aunque espera…Antonio su amigo le había dicho que nunca se ponían malos. Los guardaría. Luego, la fruta, de preciosos colores putrefactos. Al cabo de un rato cerró la nevera y se preguntó por el sentido de lo que estaba haciendo después de que el jueves pasado descubriera si darse cuenta, al rascarse un picor familiar en la cabeza, casi imperceptible , su propia fecha de caducidad marcada en la nuca.

 

Sobre Libros Y Otros Placeres

Por Miguel Castillón

 

Parte I

El era un hombre de principios. Casi todo el desarrollo de la novela, el remate final y las correcciones corrían a cago de ella. Cuando le dieron el Nobel, siendo ya una anciana viuda, comentó – En los comienzos mi marido fue de una gran ayuda.

Parte II

Cuando su primera novela fue aceptada por una editorial de renombre, aconsejaron a Carmen Mola que firmase con un seudónimo y ella decidió firmar como Díaz, Martínez y Mercero. A pesar de que este primer libro era excelente apenas si vendió una decena de ejemplares. Los tríos masculinos no parecían estar de moda.

 

 

 

Y Todos Lo Eran

por Mavi Catalá

En el principio, solo fue el verbo. El verbo era altivo y narcisista. De hecho, se sentía muy bien solo y le encantaba repetirse que sin él no podría ocurrir nada en el mundo. Estaba orgulloso de que su existencia, en cualquiera de las conjugaciones posibles, decía de forma clara lo que se podía o no hacer y cómo había que hacerlo.

En realidad, solo se llevaba bien con el adverbio porque este le daba información que a veces era incluso complementaria. Cuando iban juntos les encantaba criticar al artículo, al sustantivo y al adjetivo. Este grupo presumía de que por sí mismos y sin necesidad de ayuda, podían nombrar y explicar el mundo.

La sorpresa llegó cuando alguien les contó que todos, en especial el verbo y el sustantivo, formaban parte de las frases y que estas eran las que servían para que el ser humano pensara, se expresara y se relacionara con otros.

Entender cuál era su papel en la comunicación les permitió saberse parte de algo más grande, mayor que la función que por separado tenía cada uno de ellos.

Descubrieron entonces que eran palabras y esto les dio su significado.

FUERA DE CARTA

 

La Ratita Presumida En El Bosque Foroestal

por Mavi Catalá

 

 

Érase una vez, una ratita presumida, que de repente despertó de un plácido sueño en un bosque foroestal. Al despertar, la ratita se sintió temerosa y asustada. Poco a poco, recordó que sus amigos, unos amorosos pajarillos verdes llamados agapornis, la habían acompañado hasta allí, pero ahora no los veía por ninguna parte. Ella nunca había estado en un paraje así. Empezó a dudar de sí misma y de su capacidad para explorar. Parecía incluso que ni siquiera el superlazo rosa que esa misma mañana se había puesto, iba a servirle mucho allí como posible escudo protector frente al miedo que le daba estar en un sitio que no conocía.

En esas estaba, cuando un conejito algo tímido, simpático y cariñoso con una camiseta a rayas rojas y blancas se acercó y empezó a hablar con ella. Le contó su propia experiencia y al poco rato, la convenció de que era mejor explorar con miedo que quedarse allí por miedo.

Una pareja de conejitos amigos suyos, se unieron al grupo y ella se empezó a sentir rápidamente más animada. La conejita, que era muy alta, le pareció muy cariñosa y sabia, y el conejito la hizo reír, poque era rápido, listo y divertido.

Siguió su camino y a lo lejos vio la cabeza de lo que parecía una pequeña perrita que se asomaba detrás de un árbol enseñando solo el morro y las orejas. Corrió hacia ella, pero al acercarse, vio que se escondía una y otra vez.

Mientras la observaba, llegó un búho que, aunque le pareció algo despistado, le contó que lo que a él realmente le gustaba era reflexionar y filosofar sobre la vida y el mundo.

De repente, todo empezó a moverse. Los árboles se doblaban y la tierra temblaba. Se escondió y casi se le paró el corazón cuando lo que surgió del bosque fue un gran elefante. De nuevo, se armó de valor y se acercó al elefante. El elefante, que venía del lejano Oriente, resultó ser muy simpático y algo gamberro.

Mas adelante, apareció una cierva de pelo casi blanco y de ojos almendrados. La cierva le propuso que la acompañara a un estanque donde cada día al atardecer se reunían todos los habitantes del bosque.

Cuando llegaron, abrió la sesión un gran oso que parecía ocuparse de que todos estuvieran bien y, como si fuera un presidente, les recordó para qué estaban allí. Todos eran divertidos e interesantes. Empezaron a hablar de temas que ella no conocía, pero quería aprender.

Le llamo la atención, el respeto con el que se trataban y como se escuchaban unos a otros. Era diferente a otros bosques en los que había estado. Tanto, que poco a poco, se puso cómoda, se quitó su lazo rosa protector y decidió quedarse a vivir en el Bosque Foroestal.

 

Las voces

Por Cristina Martínez

 

En un rato más el rugido del fuego acallará las voces. El viento sopla fuerte y pronto prenderá a toda la ladera. Todo está seco y quebradizo. De un matorral ha salido corriendo un conejo. Bueno para echar en la cazuela. Lástima que no se haya dejado atrapar. El muy tonto se ha metido de lleno en las llamas. Desde lo alto del cerro se ve el mar. Con este calor, está todo el mundo en la playa. Esta noche el escenario será grandioso. ¡Señoras y señores, a disfrutar fresquitos desde la orilla del espectáculo!

¿Qué me pueden reprochar? Pues, nada. Yo en toda mi puta vida, no he tenido vacaciones, sólo trabajo y cansancio y, cuando he ido a la playa, ha sido para mariscar con el agua hasta el pecho y el frío en los huesos.

¡Que me vengan ahora con leches y razones los ecologistas de mierda, todos pijos e hijos de papá, con buenos coches y pasta! A todo el mundo le gusta comprarse un Audi. ¡Qué coño importa que se quemen unos cuantos árboles y otros tantos matorrales!

Lo que no entiendo es por qué en mi cabeza no se acallan las voces…

Humor Sur Realista

Por Rocío Fondevila

 

Esto me ocurrió hace tiempo, me resultó tan asombroso que, al colgar el teléfono, lo escribí inmediatamente y, ahora, lo he rescatado del olvido, el nombre era el mío, el del relato es inventado).

Trataré de reproducir el diálogo que acabo de tener con una señora por teléfono:

      • Buenas tardes, es usted la señora María Soledad Campos Aguirre
      • Sí, soy
      • Estupendo, señora García.
      • No soy la señora García.
      • Sí, usted es la señora García.
      • No, soy la señora
      • Ah, ¿pues podría darme usted su DNI para confirmar que estoy hablando con usted?
      • Pues no, ¿podría acaso darme usted el suyo? (Entonces, ella me recita los números de mi DNI)
      • ¿Me dice usted la letra, señora García?

(Le digo la letra y le informo, de nuevo, de que no soy la señora García).

    • Bueno, en todo caso, es para ofrecerle un préstamo personal, ¿le interesaría a usted? (Hasta el moño)
    • No, mire usted, en estos momentos, estamos forrados, nos sobra el dinero y no queremos préstamos de ningún tipo. Por cierto, ¿le interesaría a usted que yo le hiciera un préstamo personal?
    • Pues gracias por su paciencia.
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