Emilio González Ferrín
De la Ceca a la Meca
Es mi foto favorita de In the mood for love, y eso que valdría cualquier otra; cualquier fotograma de esa peli. Es lo bueno del cariño, que no hace falta que se alineen los astros para que un momento sea perfecto porque cada momento actúa de alineador de astros, y esa película destila cariño de puntillas, por si un día la inercia, la vida, lo empuja, lo desequilibra, lo llama a ser amor (cosa que no ocurrirá, pero los protagonistas no lo saben, y el no saber es el motor de la vida).
La provisionalidad tan íntima de hacerse fuerte en un pasillo, por donde todos pasan pero solo ellos se quedan. Esas luces bajas y el parqué como ensayo final de posible familiaridad. Ella prácticamente descalza, talón a modo de signo de interrogación, el cómo sería dejar caer ya la zapatilla e ilustrar con pieles lo que sugieren los reojos. El teléfono y el periódico como ventanas al exterior que se cierran de un manotazo. Él sin chaqueta pero con corbata, porque que «viene de» o «va a», el terreno de juego de esa larga pregunta en forma de película. Con el traje gris de los cincuenta, cuando el mundo era uno y en todos sus rincones había cigarrillo, Vespa, sombrero, previo a la explosión cancerígena de las identidades marcadas; cuando «en mangas de camisa» era un tránsito. Él fingiendo que lo que siente es sed, que lo que le interesa es lo que ella lee, y no los labios, la voz, el mechón de pelo en coqueta rebeldía medida de ella, aún elegante pero con el punto deshabillée de las piernas cruzadas y la rodilla que promete ser muslo en la línea opuesta a la mirada de él, que deberá inclinarse para seguir su recorrido. Y el qipao manchú, cuya variación colorida por escaleras y callejuelas marca el tempo de esta película. Con lo que implica el qipao de «China costera», «mediterránea», inusualmente abierta, en ese país-continente cerrado y mirando al interior.
El movimiento congelado de esa escena sintetiza -no al modo de síntesis conclusiva de un discurso, sino de droga sintética- la pregunta al aire de esta película: ¿merece la pena amarse, justo AHORA? Y el encuadre al fondo, con la oscuridad de nuestro lado y la puerta abierta a la derecha, enmarca el momento en la ocultación de nuestro mirar, el voyeurismo que, al fin y al cabo, es el cine.
Nota de la editora: La imagen corresponde a un fotograma de la película In the Mood for Love de Wong Kar-Wai