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SOLO NECESITAMOS TENER SUERTE UNA VEZ

Juan Manuel Álvarez Espada

 

Desde Encinasola

En octubre de 1984, se produjo un atentado del IRA (Ejército republicano irlandés) contra una convención del partido conservador británico que se iba a celebrar en el Grand Hotel de Brighton (Gran Bretaña). Fue una bomba, con explosivo plástico y con temporizador, que tiempo antes había dejado un terrorista, en una de las habitaciones. El saldo de aquel atentado fue de cinco muertos y numerosos heridos. Margaret Tatcher que se alojaba en el hotel, salió indemne.

En un comunicado realizado por el IRA, asumiendo la autoría del atentado, el grupo terrorista indicaba:

“Hoy hemos tenido mala suerte, pero recuerda que solo necesitamos tener suerte una vez y tú tienes que tener suerte siempre”.

El pasado jueves, los terroristas tuvieron suerte una vez en Barcelona y causaron muertos y heridos al utilizar la técnica del atropello masivo mediante una furgoneta alquilada previamente. La célula terrorista intentó posteriormente causar más daño en Cambrils pero no lo consiguió al ser interceptados por la policía autonómica catalana. Varios de ellos fueron abatidos, en concreto cinco, y puede que el resto haya huido. Hasta aquí un resumen de los hechos que ocurrieron de los cuales tengo conocimiento por lo sabido en el momento (21 de agosto) de redactar este artículo.

Algo ha fallado. Sabemos que, si no hubiera sido así, los terroristas habrían sido detenidos como los más de 700 anteriores desde 2004 y no habríamos sabido nada más que algunas líneas en los periódicos digitales o escritos. Pero la falta de coordinación entre los servicios de seguridad autonómicos y centrales ha permitido un agujero por donde se han colado los terroristas.

La coordinación entre los servicios de seguridad es uno de los puntales en la detección y eliminación de cualquier amenaza. Su descoordinación ha sido causante, en el pasado, de grandes problemas a la sociedad, e incluso de lucha entre ellos…

Se pueden poner muchos ejemplos, uno de los últimos con consecuencias graves fue el protagonizado por la guardia civil y la Ertzaintza​​ al enfrentarse a tiros pensando ambos que el contrario era terroristas de ETA. El resultado fue un guardia civil herido con cinco tiros en la barriga y un ertzaina herido con un tiro en la rodilla y otro en los testículos. Ocurrió en 1997 pero los que tengan memoria se acordarán de otros episodios similares en los años 80 con consecuencias más dramáticas aún, con enfrentamientos entre la policía nacional y la guardia civil con muertos de por medio.

En España existía hasta hace poco el CNCA (Centro Nacional de Coordinación Antiterrorista) donde los cuerpos estatales y las representaciones de las policías autonómicas compartían sus informaciones sobre sospechosos y sus movimientos para aumentar la eficacia de las mismas. Adicionalmente, este centro se coordinaba con otros centros a nivel internacional. El CNCA ha sido sustituido por el CITCO (Centro de Inteligencia contra el terrorismo y el crimen organizado). Pues bien, la existencia de ambos centros ha sido, a veces, torpedeada no solo por los servicios de información de los cuerpos estatales (CNP y GC) sino por las policías autonómicas (hay extensa hemeroteca de este tema). En el caso concreto de Cataluña, la policía autonómica tiene competencia sobre terrorismo en su territorio, aunque no exclusiva ya que los cuerpos estatales también la tienen. El hecho de que el ministerio del interior tenga la última palabra nunca gustó a los mandos políticos de la policía autonómica catalana.

Cuando leí la noticia el miércoles sobre la explosión en Alcanar, me sorprendió la fotografía publicada. Entre los restos de la casa destruida, se encontraban decenas de botellas de butano. Me sorprendió verlo y supongo que, si me sorprendió a mí, tuvo que sorprender a los servicios de seguridad. ¿Qué pudo causar la explosión?, en el momento que he escrito este artículo no lo sé, pero estoy convencido que no pasará mucho tiempo (hablo de horas) que sepamos a qué fue debido.

¿Se investigó como una explosión fortuita o una explosión debido al manejo de explosivos? Es muy posible que fuera lo primero y que no se comunicaran los hallazgos encontrados. Es muy posible, también, que la utilización de explosivo con elementos comunes fuera utilizado. El más usado es el famoso TATP (Peróxido de acetona). Es fácil conseguir sus elementos, solo se necesita acetona (se encuentra en muchos productos de limpieza), agua oxigenada y ácido sulfúrico. El polvo blanco que resulta de su síntesis es muy inestable y explota con facilidad, simplemente con un cigarrillo, una cerilla, con electrostática o un exceso de calor. Fue utilizado en Londres en 2005 y en París en 2015 y en Bruselas en 2016. Es indetectable en los aeropuertos (al no estar basado en nitrógeno), aunque despide un fuerte olor a inodoro limpio. Además, tiene una característica que define bien cuándo se va a utilizar y los terroristas lo saben… y las fuerzas de seguridad deberían saberlo también: la extraordinaria volatilidad del TATP realizado con ácido sulfúrico (puede perder más de un 10% de su poder en solo 2 días) hace que este explosivo deba realizarse casi de manera inmediata a su síntesis, 24 a 48 horas. Además, su alta inestabilidad, debido al oxígeno que lleva, hace muy peligroso su almacenamiento. De hecho, tiene el apelativo de “la madre de Satán” por matar o herir a muchos de los terroristas que lo sintetizan. Si a eso juntamos el hecho de que, más del 80% de los atentados yihadistas (ver «Terrorism Database» de la universidad de Maryland), se hacen en los días anteriores o posteriores al viernes (día sagrado para los musulmanes) es posible que lo que pudo pasar allí, hubiera hecho aumentar la alerta de los servicios de seguridad.

Otro fallo de seguridad se dio en Barcelona. Es materialmente imposible no pensar en que se pueda permitir que un vehículo pueda circular a gran velocidad y más de 500 mts por una zona peatonal. Según se ha indicado en algún medio de comunicación, se procedió a dar instrucciones a los ayuntamientos por parte de los servicios de seguridad centrales de que era necesario colocar maceteros o cualquier otro tipo de impedimento para evitar lo que ha sido inevitable.

Las manifestaciones posteriores que se han producido este fin de semana, coreaban una frase “no tenemos miedo”, con ella nos enfrentamos a los terroristas cívicamente. Pero el miedo existe. Cualquiera de nosotros, si paseamos por una determinada ciudad y oímos un motor de un coche que vaya con velocidad, como mínimo miraremos hacia atrás. Y eso es lo que quieren conseguir los terroristas.

Si quieres vivir tranquilo, debes de dejar que haga lo que me he propuesto, pues de otra manera no vivirás tranquilo. No tendrás siempre suerte.

Es curioso, como en el 11-M, que sepamos en 48 horas todo sobre la célula yihadista. Es normal, estaban vigilados o se sabía de su existencia. Puede que algunos se nos escapen, pero sabemos dónde encontrarlos. Su radicalidad suele detectarse en el entorno. Un terrorista siempre necesita dos cosas para atentar: voluntad y medios. Da igual los medios si tienen voluntad. Y esa voluntad se la da su paso a la radicalidad. El problema con el yihadismo o el islamismo radical, radica en que en el islam no hay una jerarquía parecida a la católica, sino que cada grupo de musulmanes puede tener un guía, un imán, que alecciona al grupo. Cuenta Mark Juergensmeyer, en su libro sobre terrorismo, que cuando se entrevistó con un terrorista que intentó derribar las torres gemelas en 1993 comentaba que su imán, el que lo radicalizó, le contaba la siguiente parábola: Una cría de un león se crió entre un rebaño de ovejas y el cachorro pensaba que era una oveja hasta que llegó otro león y le mostró su reflejo en una clara laguna. Eso es lo que el Imán y su interpretación del libro sagrado de los musulmanes le habían mostrado.

Esto mismo puede ocurrir en otras confesiones, como los cientos de confesiones cristianas que hay en EEUU o dentro del sijismo en Japón. Este último intentó el Armagedón en el metro de Tokio al dispersar gas sarín por parte de los miembros de la secta en 1995. La primera destruyó un edificio administrativo en Omaha con cientos de muertos.

Los terroristas no suelen ser psicópatas, paranoicos o enfermos de cualquier otra enfermedad mental, son fanáticos. Ese fanatismo, en este caso religioso les permite anular cualquier precepto moral que les causa el matar sin pudor a seres humanos, a los que considera enemigos. Además, suelen matar a traición tanto a personas individualmente o a grupos de menor o mayor dimensión, no para conseguir un beneficio material, sino para extender la causa por la que dicen luchar.

Muchos piensan que lo mejor es un terrorista muerto, pero se equivocan. Un terrorista muerto es un mártir. Y ya sabemos, aunque no se asemejen en nada estos mártires a los cristianos,

sanguis Martyrum est semen Christianorum”.

Es mejor un terrorista vivo, que nos ayude a entender los entresijos de la organización o como llegó a radicalizarse y que al final pueda salir de su radicalismo para que nos ayude a poder convencer a otros a no seguir esa senda, a que muera.

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