Juan Manuel Álvarez Espada

Desde Encinsola

LA RETIRADA DE XAUEN

Resumen:

La retirada estratégica hacia las líneas de defensa de Estella y Sanjurjo en la guerra del Rif fue una decisión clave para consolidar una estrategia más eficaz y sostenible por parte de España. Siguiendo la recomendación de Antonio Maura de no dispersar recursos en áreas sin relevancia. Primo de Rivera optó por un repliegue que permitió una defensa fortalecida y una logística mejorada. Esta reestructuración posibilitó la creación de posiciones sólidas que redujeron significativamente las bajas y mejoraron la capacidad de respuesta ante incursiones rifeñas.

El repliegue también redirigió la ofensiva rifeña hacia el protectorado francés, generando la necesidad de una colaboración franco-española. Esta alianza sería fundamental para la operación de Alhucemas en 1925, donde ambos ejércitos unieron fuerzas en una ofensiva decisiva. Además, la aviación española jugó un papel estratégico, realizando bombardeos aéreos que contribuyeron a desmoralizar y desgastar al enemigo.

La retirada a posiciones más defendibles no solo optimizó los recursos y minimizó las bajas, sino que también sentó las bases para una colaboración internacional que facilitó la ofensiva final en el Rif y consolidó el enfoque adaptativo de España en este conflicto.

Introducción.

De la guerra de Marruecos, en la memoria colectiva sobre esta parte de nuestra historia, se conocen bien algunos episodios como el barranco del lobo, el desastre de Annual o el desembarco de Alhucemas.

Sin embargo, la retirada a la línea Estella, también llamada comúnmente retirada de Xauen, por parte de las tropas de la comandancia de Ceuta, no es tan conocida. Fue una decisión de gran controversia en 1924 entre militares partidarios de seguir luchando y un gobierno del dictador Primo de Rivera, más partidario del abandono del protectorado.

Hoy en día, además, existe sobre este hecho, una duda no aclarada; si esa retirada constituyó una decisión estratégica acertada o no. Sobre todo, por el devenir posterior de los hechos históricos. No existe una respuesta clara en la bibliografía utilizada, que está basada en fuentes secundarias, dado que además de ser un hecho de hace prácticamente 100 años, la dictadura ejercía una férrea censura en toda la información relativa a los temas de Marruecos.

¿Por qué ocurrió el desastre de Annual?

El desastre de Annual en 1921 marcó un punto de inflexión en la historia política, militar y social de España, con profundas consecuencias. Los hechos ocurridos en la comandancia de Melilla, entre finales de julio y principios de agosto, culminaron en la pérdida de la mayoría de los puestos de la comandancia, dejando sólo a menos de 4.000 soldados de los casi 20.000 iniciales repartidos por más de 120 posiciones en la zona oriental de protectorado, para defender la ciudad. Durante estos eventos, al menos 10.000 soldados desaparecieron, tal como reflejó el general Picasso en su informe.

El paradigma de intervención español en Marruecos, formulado en 1919 bajo la supervisión del Alto Comisario Berenguer, que, además, controlaba la zona occidental del protectorado y ejecutado por el general Silvestre, en su zona oriental, buscaba una ocupación limitada del territorio mediante la combinación de diplomacia y poder militar, con un enfoque en mantener una intervención económica. Se planteó tres fases en ambas zonas. En la zona occidental se planteaba una Fase 0 que pretendía unir las zonas de Ceuta, Tetuán, Arcila, Larache y Alcazarquivir. La Fase 1 consistía en avanzar desde Tetuán y Larache en paralelo y entrar en Xauen. La Fase 2 pasaba por pacificar las cabilas que rodeaban Xauen y avanzar hacia Tarquist, puerta de entrada a la cabila de Beni Urriaguel en el camino hacia Alhucemas. La última fase, la Fase 3 incluía la pacificación y control de la bahía de Alhucemas.

En la zona oriental comenzaba la Fase 0 en la zona sur de la cabila de Beni Bu Yahi con su ocupación. Desde Zeluan se avanzaba en la Fase 1 hasta Tafersit. En la Fase 2 se avanzaba hasta Sidi Dris para convertirlo en puerto de abastecimiento, en cuyo camino estaba Annual y la Fase 3 partía de Sidi Dris para entrar en la cabila de Beni Urriaguel confluyendo con las tropas de la zona occidental.

Plan Berenguer 1918-19 para la ocupación del protectorado (Fuente: Caballero)

Sin embargo, esta estrategia tenía graves debilidades. La dependencia en tropas indígenas y personal de reemplazo, en lugar de tropas permanentes y entrenadas, dejó al ejército sin la cohesión y la preparación necesarias para una guerra prolongada. Además, el ejército carecía de apoyo aéreo y naval suficiente, como lo demostraban los limitados recursos en Melilla, donde sólo había una docena de aviones para toda la comandancia. A esto se sumaba la dispersión de tropas en puestos aislados, muchos sin acceso adecuado a recursos esenciales como el agua, lo que debilitaba significativamente su capacidad de defensa y de respuesta.

Esta estrategia de mantener posiciones avanzadas sin consolidar líneas de suministro ni asegurar refuerzos creó una estructura frágil que se vino abajo cuando las fuerzas de Abd-el-Krim organizaron un ataque sostenido y estratégico. En lugar de atacar los centros fuertes de las fuerzas españolas, Abd-el-Krim aplicó tácticas de aproximación indirecta, golpeando los puntos débiles de las guarniciones dispersas. Mediante ataques sorpresivos y rodeos, las fuerzas rifeñas lograron desestabilizar a las guarniciones españolas, que estaban mal abastecidas y aisladas entre sí. Estas maniobras, que implicaban cortar las líneas de comunicación y rodear unidades para dejarlas sin capacidad de respuesta o socorro, debilitaban las posiciones una a una, forzando a los soldados españoles a retroceder o rendirse.

Este enfoque de desgaste mediante ataques a posiciones periféricas y el aprovechamiento de la geografía del Rif permitió a Abd-el-Krim debilitar la estructura española sin un enfrentamiento frontal hasta el momento de su elección, como sucedió en Annual. La estrategia española de ocupar el terreno sin consolidarlo ni protegerlo adecuadamente, junto con la habilidad de Abd-el-Krim para explotar esas debilidades, fue lo que finalmente condujo al desastre de Annual.

A pesar de su éxito en Annual, Abd-el-Krim decidió no avanzar sobre Melilla, no solo por la llegada de refuerzos desde Ceuta y la península, que reforzaron las defensas de la ciudad, sino también por un cálculo estratégico. Comprendía que una ocupación directa de Melilla podría desencadenar actos de pillaje y violencia que perjudicarían su imagen y justificarían una intervención mucho más contundente de España y otras potencias europeas. Este tipo de acciones habrían restado legitimidad a su causa y desacreditado su lucha ante la comunidad internacional, que comenzaba a observar con interés el conflicto en el Rif.

Así, el cálculo de Abd-el-Krim demostró su habilidad no solo en el ámbito militar, sino también en su comprensión del contexto político y diplomático que rodeaba el conflicto. Optó por no arriesgar sus recursos y su posición diplomática en un asalto que, aunque victorioso, podía generar consecuencias contraproducentes para sus objetivos a largo plazo.

Las repercusiones políticas en España fueron notables, ya que el modelo de organización político-económica del Protectorado de Marruecos, centrado en la comandancia de Melilla y Ceuta, se reveló inadecuado para los conflictos de la región. El ejército en Marruecos dependía directamente del Ministerio de Estado, en lugar de ser dirigido por el Ministerio de la Guerra. Además, el Estado Mayor no estaba involucrado en la planificación ni en la ejecución de las campañas africanas, que eran vistas como operaciones de paz más que de guerra. Este enfoque cambió tras Annual, ya que en 1921 y 1922 se priorizó la acción militar por encima de la diplomacia. El sentimiento patriótico que emergió tras conocer los horrores del desastre impulsó el alistamiento de voluntarios, suscripciones económicas para comprar material militar y créditos extraordinarios del gobierno para adquirir aviones y buques de guerra.

La reconquista en la zona oriental del protectorado.

Tras el desastre de Annual en julio de 1921, España emprendió una campaña de reconquista en el Rif para recuperar el territorio perdido y restaurar su control en la región. Con la dimisión del gobierno de Allendesalazar y la llegada de Antonio Maura a la presidencia, se mantuvo al general Berenguer como Alto Comisario en Marruecos. Bajo esta reorganización, el ejército español en Melilla fue rápidamente reforzado, y para finales de agosto ya contaba con cerca de 40.000 soldados, apoyados por un aumento significativo en el presupuesto, reflejando la determinación del gobierno español para retomar el control del Protectorado.

Militarmente, se realizaron varias reformas, como el fortalecimiento de la artillería con piezas de mayor calibre, la incorporación de blindados y tanques de la Primera Guerra Mundial, y el aumento de la colaboración entre ejército, marina y aviación, mejorando la eficiencia en la guerra. La creación de la Legión en 1921 también marcó una diferencia significativa, estableciendo un cuerpo de combate profesional que sería el núcleo del ejército en Marruecos. La organización de la Legión en banderas –unidades de combate tipo batallón con compañías de fusileros, ametralladoras y mando– mejoró la capacidad ofensiva española.

La ofensiva comenzó el 12 de septiembre de 1921, con un avance cuidadosamente planificado para consolidar posiciones y asegurar la retaguardia antes de adentrarse en el territorio rifeño. La columna comandada por Cabanellas, respaldada por unidades navales y aéreas, avanzó sobre Zoco el Arbaá, una posición clave que cayó con poca resistencia y que se convirtió en el primer movimiento estratégico de la ofensiva. Este éxito inicial marcó la tónica de la campaña: avanzar sistemáticamente para consolidar el control territorial y evitar vulnerabilidades en las líneas españolas.

El 17 de septiembre, las tropas españolas entraron en Nador después de un intenso enfrentamiento en las Tetas, un terreno elevado y accidentado donde las fuerzas rifeñas habían logrado atrincherarse. Durante la batalla, que involucró a unos 20.000 hombres, el ejército español aplicó tácticas de avanzada con el apoyo de la artillería. Finalmente, Nador fue retomado, y las tropas encontraron un escenario de horror: cadáveres de soldados y civiles españoles, torturados y mutilados, muchos de ellos insepultos. Este hallazgo estremeció a las tropas y reforzó la decisión de avanzar con firmeza, endureciendo el carácter de la ofensiva. La guerra se volvió más oscura, no se tomaban prisioneros a los que muchas veces se fusilaba después de obtener información, se remataban a los heridos y las harcas amigas “raziaron” los poblados, quemando cosechas y talando árboles frutales. Numerosas familias de las cabilas limítrofes con Melilla huyen con sus familias en un éxodo, poco conocido, hacia las tierras de Beni Said y Beni Sidel, donde la convivencia entre rifeños no será siempre pacífica.

A la izquierda la fábrica de Harinas en Nador. Se puede apreciar las huellas de la lucha. A la derecha la iglesia de Nador, uno de los pocos edificios respetados por el enemigo.

Las primeras semanas de la campaña también destacaron por la participación de harcas aliadas en las operaciones españolas. Estas harcas, como las de los Beni Sidel, avanzaban en la vanguardia de las columnas españolas, liderando incursiones y facilitando el movimiento del ejército en terreno hostil. Su conocimiento del territorio y la motivación para enfrentarse a las fuerzas de Abd-el-Krim ayudaron a que las tropas españolas consolidaran sus avances con mayor rapidez, ya que estas harcas aliadas eliminaban posibles focos de resistencia en el camino.

El 23 de septiembre, la columna de Cabanellas avanzó hacia los pozos de Agroaz, asegurando este recurso estratégico y permitiendo el establecimiento de una línea de abastecimiento que fortalecía las posiciones de retaguardia. A continuación, la columna se dirigió hacia Tauima, que fue tomada tras varios enfrentamientos intensos, y donde se consolidó el control español en las cercanías de Melilla. El 27 de septiembre, un convoy que se dirigía hacia Tizza fue emboscado, dando lugar a una de las batallas más cruentas de la campaña. La intervención directa del general Cavalcanti, quien lideró la respuesta en el frente, logró contener el ataque y asegurar la llegada del convoy a su destino, consolidando el dominio español en la región.

En octubre, la ofensiva se amplió a posiciones más alejadas. El 2 de octubre, las tropas ocuparon Sebt, donde participaron dos banderas del Tercio y doce batallones de infantería. El avance continuó hacia Atlaten, que cayó el 5 de octubre sin una resistencia significativa, facilitando así la rendición de varias tribus locales. Esta serie de victorias permitió afianzar el control español y ejercer presión sobre las fuerzas rifeñas, que comenzaban a retirarse hacia el interior.

El 10 de octubre, las fuerzas españolas avanzaron hacia el monte Gurugú, una posición estratégica desde la cual los rifeños habían bombardeado Melilla. El monte fue tomado tras un intenso combate, especialmente en la meseta de Taxuda, donde las tropas del Tercio demostraron gran capacidad en el enfrentamiento y aseguraron el control de la posición. La captura del Gurugú eliminó una de las mayores amenazas para Melilla y consolidó el avance español.

Ocupación del Gurugú. Colocación de la bandera Española por un grupo de soldados regulares.

El 14 de octubre, el ejército español entró en Zeluán, un lugar donde encontraron cuerpos de soldados españoles que habían sido brutalmente torturados tras el desastre de Annual. Decenas de cadáveres se muestran abiertos en canal, quemados su parte inferior o clavados en la pared. Este descubrimiento reafirmó la decisión de avanzar sin tregua en la recuperación del territorio.

Entrada del ejército español en Zeluán

El 24 de octubre, el ejército español tomó Monte Arruit, una posición simbólica y estratégica donde se habían librado cruentos combates tras Annual y donde se encontraron los restos de miles de soldados españoles caídos en la defensa desesperada del lugar meses antes. La recuperación de Monte Arruit fue uno de los momentos más solemnes y duros para las tropas, que se enfrentaron al impacto de ver a sus compañeros caídos y de encontrar las fortificaciones destrozadas. El retorno de Monte Arruit al control español fue una victoria que simbolizó la redención tras la derrota de Annual y marcó un punto de inflexión en la moral del ejército.

Reconquista de Arruit. El espectáculo que se encontrarán las tropas será dantesco. (Fuente: ABC)

A mediados de noviembre, las tropas españolas continuaron su avance, tomando Yazanen y Tifasor el 11 de noviembre. La captura de estas posiciones obligó a Abd-el-Krim a replegarse más allá del río Kert, donde consolidó una línea de defensa. Esto permitió a las fuerzas españolas establecer un control firme en la región oriental del Rif y crear una nueva línea operativa. El repliegue rifeño reflejó el desgaste de sus fuerzas y la eficacia del avance español en el establecimiento de un dominio territorial consolidado.

 En su avance hacia Yazanen, las tropas se encuentran con infraestructuras destruidas (Fuente: ABC)

El 18 de noviembre, la Legión capturó el monte Uixan, asegurando así el control sobre Segangan y fortaleciendo la capacidad de las tropas para proyectar su presencia en el interior del Rif. Esta toma consolidó un avance estratégico importante, al igual que la ocupación de Ras Medua el 21 de noviembre, que aseguraba las rutas de comunicación y abastecimiento clave en la región. La presencia española en estas posiciones fortalecía el control logístico y táctico, permitiendo una vigilancia constante sobre el territorio circundante y asegurando que las fuerzas rifeñas de Abd-el-Krim se vieran cada vez más limitadas en sus movimientos.

Fotografía coloreada. Cañones capturados al enemigo en Sidi Mezand

A medida que la campaña avanzaba, el papel de los líderes militares españoles fue fundamental para mantener el impulso y la organización del ejército en terreno hostil. Tres fueron los verdaderos conductores de las operaciones. El general Sanjurjo, con una sólida trayectoria en el Protectorado, lideró operaciones de importancia en las zonas de vanguardia, demostrando una gran capacidad de adaptación táctica en cada enfrentamiento. Su liderazgo en la toma de posiciones como el Gurugú y la meseta de Taxuda fue crucial para la recuperación de áreas estratégicas en la región. Sanjurjo coordinó a sus hombres con precisión y determinación, garantizando el éxito de cada una de las ofensivas asignadas a su mando.

El general Sanjurjo con su típico abrigo de rayas en la ocupación de Atlaten (segundo por la derecha). Sin duda el mejor estratega de que disponía el ejército español. (Fuente: Todocolección PS7251)

Por su parte, el general Cavalcanti, quien ya había mostrado su valentía en la emboscada de Tizza, actuó de forma decisiva en las situaciones de mayor riesgo, interviniendo en los momentos críticos y motivando a sus tropas en las avanzadas más comprometidas. Cavalcanti se convirtió en una figura clave para mantener el orden y la disciplina entre las líneas españolas, liderando varias operaciones en el frente con determinación y presencia directa en combate. Su experiencia y valentía sirvieron para reforzar la moral de las tropas, especialmente en enfrentamientos prolongados y complejos.

El general Cavalcanti, uno de los líderes exitosos en la reconquista, observa el avance de sus tropas (segundo por la izquierda, en primer plano). Fuente: ABC

Finalmente, el general Cabanellas, al mando de las columnas principales, demostró una habilidad sobresaliente para coordinar los despliegues de las tropas en múltiples puntos del frente. Su capacidad de planificar y ejecutar ataques sincronizados permitió mantener un avance constante y coordinado, asegurando la efectividad de las columnas en las etapas iniciales y en los puntos más alejados de Melilla. La organización que imprimió a las operaciones de septiembre y octubre, junto con su habilidad para gestionar la logística, fue esencial para asegurar la provisión y despliegue continuo de las tropas hacia el interior del Rif.

El general Cabanellas, tercero por la izquierda, con parte de su estado mayor, en un alto de su avance hacia el río Kert. Se puede apreciar una estación de comunicaciones heliográfica (Fuente: Alamy, 2TCP0C9)

El Alto Comisario, el general Berenguer, desempeñó un papel de liderazgo y supervisión vital durante toda la campaña, que no había demostrado en el desastre. A pesar de las críticas y presiones políticas, Berenguer gestionó las operaciones estratégicas con un enfoque firme en la estabilización del Protectorado, combinando sus conocimientos políticos y militares para lograr una recuperación sostenida del territorio. Fue él quien estableció los objetivos a largo plazo de la ofensiva y coordinó la colaboración con las harcas locales, cuyas contribuciones fueron valiosas para comprender el terreno y facilitar los movimientos de las tropas españolas. La dirección de Berenguer permitió consolidar el control español en las posiciones clave del Rif oriental, asegurando que el avance fuera respaldado tanto militar como políticamente en España.

Para finales de diciembre de 1921, el ejército español había recuperado gran parte del territorio perdido en el desastre de Annual y consolidado su control en el Rif oriental. Este logro no solo restauró la presencia española en la región, sino que también representó una recuperación de la moral militar y política en el Protectorado, sentando las bases para la estabilización del dominio español en Marruecos. La campaña de reconquista, liderada por estos generales y bajo la supervisión de Berenguer, estableció una estructura de defensa que permitió a España planificar futuras operaciones de pacificación, fortaleciendo el control en Marruecos y recuperando el prestigio militar de la nación tras el impacto de Annual.

En marzo de 1922, el gobierno de Maura, partidario de continuar la presión militar, cayó y fue reemplazado por el de Sánchez Guerra, más proclive a negociar con los líderes rifeños. Este cambio en la política permitió las primeras conversaciones con figuras rebeldes, como el Raisuni, y llevó a una reducción de las fuerzas desplegadas en Marruecos. Sin embargo, la controversia en torno al informe Picasso sobre Annual desestabilizó al gobierno, que dimitió en diciembre de 1922, siendo reemplazado por el de García Prieto, cuya principal medida fue liberar a los prisioneros de Abd-el-Krim, incluido el general Navarro.

Instantánea que recoge a miembros de la harca de Raisuni dispuestos al combate ante el ataque de tropas españolas

Mientras tanto, Abd-el-Krim consolidaba su control en la región. Aprovechando la victoria en Annual, unificó las cabilas de la zona central y oriental bajo su mando, potenciando su ejército con el armamento español capturado: artillería, ametralladoras, fusiles, morteros y municiones. Abd-el-Krim estableció la República del Rif, adoptando tácticas modernas gracias a asesores extranjeros, alguno de ellos españoles, desertores, como fue el caso de Valentín González, alias “El Campesino”, famoso después en la guerra civil española.

La entrada de García Prieto detuvo las operaciones y se estableció una defensa estática en el frente oriental. Abd-el-Krim, buscando una victoria decisiva tras los fracasos de 1922, lanzó una ofensiva en 1923 para tomar las posiciones españolas en la zona oriental del protectorado, en Tizzi Azza y Tifarauin. Sin embargo, a pesar de los intensos combates, las fuerzas españolas lograron resistir. La firmeza de las defensas en el frente oriental llevó al líder rifeño a cesar los ataques y explorar nuevas alternativas estratégicas para consolidar su posición en el Rif. La zona occidental del protectorado con base en Tetuán parecía ser su próxima presa.

La conferencia de Pizarra de 1922.

Previo a su renuncia como presidente del gobierno, Antonio Maura convocó, conjuntamente con su ministro de la Guerra, Juan de la Cierva la Conferencia de Pizarra (4-6 de febrero de 1922), participaron altos cargos militares y políticos para debatir el futuro del Protectorado español en Marruecos tras el desastre de Annual. Entre los asistentes estuvieron Maura; La Cierva; el ministro de Estado Manuel González Hontoria; el ministro de Marina Marqués de Cortina; el jefe del Estado Mayor Central del Ejército, general Aizpuru; el segundo jefe de este, general Agar; el jefe del Estado Mayor Central de Marina, almirante Buhigas; el Subsecretario de Guerra, general Ardanaz; el almirante de la escuadra en Marruecos, Aznar; y el Alto Comisario, general Berenguer.

Asistentes a la conferencia de Pizarra. El presidente del gobierno, Antonio Maura, es el primero a la derecha del grupo. El general Berenguer, tercero por la derecha, ambos en primera fila (Fuente: Togores).

Antonio Maura dejó constancia de sus reflexiones en unas notas, donde abogaba por una acción que equilibrara la intervención militar con la consolidación política, sin dispersar fuerzas en combates de poca relevancia táctica. Recomendó evitar enfrentamientos innecesarios en zonas montañosas, donde la ventaja era de los rifeños, y enfocarse en ocupar posiciones estratégicas y controlar puntos de la costa, como Alhucemas, para establecer un control efectivo y duradero en el Rif.

El general Fontela, por otro lado, criticó las discusiones en Pizarra, considerándolas una pausa innecesaria que diluía la efectividad de las fuerzas en el Protectorado. Fontela sostenía que el ejército español estaba bien preparado para una ofensiva más decidida tras los éxitos iniciales de reconquista y veía en la reunión una pérdida de impulso que favorecía al enemigo. Este desacuerdo reflejaba una de las tensiones fundamentales de la conferencia: mientras algunos oficiales, como Maura, preferían una estrategia más prudente y consolidada, otros, como Fontela, defendían una política de ofensiva total y rápida, aprovechando el momento favorable.

El comunicado final de la conferencia subrayó la importancia de la defensa y consolidación del Protectorado, especialmente en la costa y en puntos estratégicos como Alhucemas, para evitar una percepción de debilidad y asegurar la firmeza de España en Marruecos. Como resultado de estas discusiones, se decidió crear una comisión técnica integrada por representantes del Ejército y la Armada, cuyo objetivo sería estudiar y planificar un desembarco en Alhucemas, coordinándose con los Estados Mayores centrales y el Alto Comisariado para diseñar una operación que asegurara la estabilización de la región.

Además, se discutieron medidas adicionales para limitar la influencia francesa en el área. Esto incluyó ocupaciones preventivas en Hasi Berkan y otras localidades cercanas al río Muluya, así como el despliegue de fuerzas en puntos sensibles para asegurar que las tribus locales permanecieran bajo la órbita española y evitar cualquier intento francés de intervenir en los asuntos del Protectorado. Se buscaba no el enfrentamiento con Francia, sino su colaboración.

Lo más interesante de esta conferencia, además de considerar la situación del norte de África como un problema de estado, fue la creación de una comisión técnica específica para estudiar y planificar un desembarco en la bahía de Alhucemas. Esta comisión, formada por representantes del Ejército y la Armada, tenía como objetivo desarrollar un plan de acción que permitiera a las fuerzas españolas establecer un control firme en el corazón del Rif, desde donde operaban las fuerzas de Abd-el-Krim.

La comisión trabajaría en coordinación con los Estados Mayores centrales y el Alto Comisariado, encargándose de evaluar aspectos clave como la logística del desembarco, las condiciones topográficas de la bahía y la integración de las fuerzas terrestres, marítimas y aéreas. La elección de Alhucemas respondía a la necesidad de cortar las líneas de abastecimiento de las cabilas y golpear el centro de la resistencia rifeña. Este plan fue uno de los temas centrales de la conferencia, pues se consideraba que la operación en Alhucemas sería una acción decisiva para doblegar a las fuerzas rifeñas y asegurar una pacificación duradera en la región.

El dominio del aire

La aviación militar adquirió un papel estratégico fundamental, revolucionando las tácticas en un conflicto caracterizado por la complejidad del terreno y el uso de tácticas de guerrilla por parte del enemigo. Tras el desastre de Annual en 1921, el gobierno español fortaleció el uso de la aviación en Marruecos, adaptando aviones de la Primera Guerra Mundial como el Breguet XIV y el De Havilland DH-4. Estos aviones cumplían misiones de observación y bombardeo, permitiendo a las fuerzas españolas detectar y atacar posiciones rifeñas que, de otro modo, habrían sido difíciles de alcanzar para las tropas en tierra.

A la izquierda, escuadrilla de bombarderos De Havilland DH4 en una misión de bombardeo en el Rif. A la derecha, hidroaviones Savoia en el Atalayón, muy cercano a Melilla (Fuente: Riesgo).

Bajo el liderazgo del general Alfredo Kindelán, jefe de la aviación militar en el Protectorado, se promovió una organización más estructurada de las escuadrillas aéreas, diseñando tácticas específicas para operar en el territorio montañoso de Marruecos. Kindelán impulsó la adquisición de modelos avanzados como el Bristol F2B y el Potez 15, que ampliaron las capacidades de bombardeo y reconocimiento en el conflicto. Una de las innovaciones tácticas fue el “ataque a la española”, una maniobra en la que los pilotos volaban a baja altitud sobre las posiciones enemigas, realizando maniobras evasivas para reducir la exposición al fuego antiaéreo rifeño y alcanzar los objetivos con mayor precisión. Esta técnica, perfeccionada por pilotos como Mateo Hidalgo de la Quintana y Mariano Barberán, fue empleada en Marruecos y se convertiría en una táctica importante en la guerra civil española y en conflictos posteriores, donde se adaptaría como un método efectivo para atacar unidades enemigas en tierra mientras se minimizaban las probabilidades de ser alcanzados.

El conflicto del Rif también marcó el momento en que la teoría del dominio del aire, desarrollada en 1921 por el general italiano Giulio Douhet, comenzó a ganar atención en los círculos militares españoles y europeos. Douhet defendía la idea de que el poder aéreo, independientemente de las fuerzas en tierra, podía ganar guerras por sí solo si lograba alcanzar un dominio efectivo en el cielo. Según Douhet, al destruir la infraestructura enemiga, la moral y los recursos económicos, una potencia aérea podía llevar a su adversario a la rendición sin necesidad de una invasión terrestre masiva. Este enfoque, radical para su época, subrayaba la importancia del bombardeo estratégico como herramienta de desgaste, dirigiendo los ataques a infraestructuras y poblaciones claves para desmoralizar y privar al enemigo de su capacidad de resistencia.

A la izquierda, reconocimiento de la prisión de los soldados españoles procedentes de Monte Arruit (cercado superior tienda redonda ). A la derecha, el poblado enemigo de Beni Bu Yari antes de su bombardeo (Fuente: Instituto de historia y Cultura Aeronáutica)

La teoría de Douhet resonó particularmente en los oficiales españoles en Marruecos, quienes comenzaron a aplicar bombardeos aéreos dirigidos no solo a posiciones militares, sino también a poblaciones, campos de cultivo y recursos vitales de los rifeños. Esta estrategia de desgaste pretendía debilitar la logística del enemigo y afectar la moral tanto de las tropas como de las comunidades que los apoyaban. Aviadores como Fernando Rein Loring y Francisco Iglesias participaron en misiones de bombardeo estratégico, centrándose en áreas clave que sostenían la resistencia rifeña. Este tipo de bombardeo, aunque limitado por las capacidades tecnológicas de la época, reflejaba la influencia de Douhet al utilizar la aviación no solo como un apoyo a las tropas terrestres, sino como un medio autónomo de debilitamiento del enemigo.

En el contexto de la guerra del Rif, aviadores como Ramón Franco y Eduardo González Gallarza también participaron en misiones de alto riesgo y se destacaron en combates como el de Tifaruin, donde el apoyo aéreo fue decisivo para la victoria española. En esta batalla, los pilotos españoles lograron detectar y atacar concentraciones rifeñas, debilitando su capacidad de defensa y facilitando el avance de las tropas terrestres. Estos bombardeos, además de causar desgaste en la capacidad militar rifeña, buscaban enviar un mensaje de fuerza que presionara la moral de las comunidades aliadas de Abd-el-Krim.

Las bases aéreas de Zeluán, Tetuán, Larache y Nador desempeñaron un papel fundamental en las operaciones de aviación en Marruecos. Zeluán, uno de los primeros aeródromos en ser acondicionado, fue clave para lanzar operaciones de reconocimiento y bombardeo en el Rif oriental. Tetuán, la capital del Protectorado, albergaba instalaciones logísticas y de mantenimiento que permitieron a la aviación operar de manera más estable. Larache y Nador sirvieron como puntos de apoyo estratégicos para ampliar el alcance de las misiones, facilitando la llegada de refuerzos y el despliegue rápido en las zonas de combate. Estas bases, aunque improvisadas y en condiciones adversas, formaron la columna vertebral de la aviación militar española en el Rif, permitiendo una movilidad esencial en las operaciones aéreas y en el apoyo a las tropas en tierra.

La generación de aviadores formados en el Rif, entre los que se encontraba Hidalgo de Cisneros, desarrolló habilidades únicas en misiones de alta dificultad. La experiencia adquirida en la guerra colonial en Marruecos sentó las bases para una nueva etapa en la historia de la aviación militar española, consolidando un modelo de operaciones aéreas que influiría en conflictos posteriores. La guerra del Rif se convirtió en un campo de pruebas donde la aplicación de las teorías de Douhet, junto con tácticas innovadoras como el ataque a la española, definieron la evolución de la aviación militar y su impacto en las estrategias bélicas en los años siguientes.

Guerra química

En la Guerra del Rif, la utilización de armas químicas por parte de España marcó un punto crítico en la evolución del conflicto presentándose como una opción viable en un contexto de dificultades para avanzar en el terreno montañoso y hostil del Rif. El uso de estas armas respondió tanto a la presión política para resolver el conflicto como a una búsqueda de venganza, dadas las elevadas bajas sufridas en Annual y en los posteriores combates con las fuerzas de Abd-el-Krim. Aún quedaba lejos la prohibición de su utilización por la convención de Ginebra en 1925 y los resultados obtenidos en la primera guerra mundial apoyaron la utilización de estos. Los británicos habían utilizado armas químicas contra los kurdos en 1920 con resultados desiguales. Aunque el tratado de Versalles de 1919 prohibió por primera vez su utilización, España no lo firmó. No sería hasta 1925 cuando firmó y fue el 22 de abril de 1932, con la República, cuando lo ratificó.

En 1922, el gobierno español comenzó a organizar la producción de gases tóxicos en colaboración con el químico alemán Hugo Stoltzenberg, quien había participado en el desarrollo de armas químicas durante la Primera Guerra Mundial. Stoltzenberg ofreció su experiencia para diseñar una planta de producción en La Marañosa, cerca de Madrid, y ayudó a establecer un taller experimental en la Maestranza de Artillería de Melilla. En estas instalaciones se produjeron agentes químicos como la iperita (gas mostaza), con un enfoque especial en la adaptación de estos gases para ser empleados en misiones aéreas. A pesar de que la producción fue limitada, se logró acumular suficiente cantidad de iperita y otros gases como cloropicrina y fosgeno para su uso táctico en el Rif.

El primer uso documentado de armas químicas en Marruecos tuvo lugar en julio de 1923, cuando las fuerzas españolas lanzaron bombas de iperita sobre Amesauro, en la cabila de Tensamán, con el objetivo de mermar las defensas locales y reducir las capacidades de abastecimiento del enemigo. Desde ese momento, los ataques químicos se intensificaron y se emplearon en áreas estratégicas de la región de Beni Urriagel y en localidades cercanas a Melilla. Las primeras misiones se realizaron de día y durante el verano, lo que disminuyó su efectividad, pues el calor y las condiciones ambientales limitaban la persistencia del gas. Sin embargo, con el tiempo, se perfeccionaron las técnicas y se optó por realizar los bombardeos durante las noches frescas, cuando el gas permanecía en el terreno por más tiempo y su concentración resultaba letal para las fuerzas enemigas que intentaban regresar a las zonas afectadas.

Los bombardeos de iperita y fosgeno no se limitaron a las posiciones militares rifeñas; se extendieron también a aldeas y campos de cultivo, en una táctica de desgaste total que pretendía destruir tanto los recursos como la moral de la resistencia. Entre las localidades bombardeadas se encontraban Sidi Dris, Monte Arruit y el Monte Uixan. Además de estas áreas, la aviación realizó ataques aéreos en el Monte Bozeitún en el otoño de 1924, específicamente para neutralizar una pieza de artillería rifeña apodada “El Felipe,” que había causado numerosas bajas en las filas españolas. Estos ataques químicos, aunque limitados en alcance y duración, contribuyeron a la estrategia de desgaste que caracterizó las últimas etapas de la guerra.

La aviación desempeñó un papel central en la guerra química del Rif. El empleo de aviones como el Bristol F2B y el De Havilland DH-4 permitió lanzar ataques químicos a larga distancia, alcanzando objetivos en la retaguardia rifeña y en áreas rurales clave para su abastecimiento. En estas misiones participaron pilotos como Alberto Bayo, quien relató en sus memorias que los ataques con iperita no siempre obtenían el resultado esperado. Bayo observó que en algunas ocasiones, el gas no parecía tener el impacto letal deseado, lo que provocaba un escepticismo creciente sobre la efectividad de esta estrategia entre las filas de los aviadores. A pesar de estos inconvenientes, los bombardeos químicos continuaron, especialmente cuando los gases demostraron ser útiles para impedir que las fuerzas rifeñas accedieran a fuentes de agua y áreas agrícolas de importancia estratégica.

A mediados de 1925, las tácticas de guerra química se habían consolidado, y la aviación realizaba misiones regulares sobre los puntos de acceso del enemigo. Se realizaron operaciones en las cabilas de Beni Said y en el Valle de Tensamán, bombardeando rutas y áreas de pastoreo para aislar y debilitar a las comunidades que sostenían a las fuerzas de Abd-el-Krim. Además de los ataques químicos, se adoptaron estrategias de hostigamiento a las aldeas aliadas de los rifeños, combinando los bombardeos de iperita con ametrallamientos a baja altitud, lo cual reflejaba una estrategia inspirada en las teorías de la “guerra total” que se desarrollaban en Europa, particularmente en el uso de la aviación para el desgaste psicológico del enemigo.

Los militares españoles enfrentaron retos significativos en la implementación de la guerra química. Las condiciones del terreno y el clima no siempre favorecían el uso de estos gases, que, al ser lanzados en áreas de altas temperaturas, perdían gran parte de su efectividad. Pilotos como Ignacio Hidalgo de Cisneros expresaron dudas sobre la utilidad de las bombas de gas, describiendo en sus memorias que los lanzamientos de iperita y fosgeno parecían no afectar a los rifeños como se esperaba. De hecho, algunos informes sugieren que los pilotos eran escépticos de los efectos de los ataques químicos, ya que los impactos no siempre eran inmediatos ni visibles en el momento. Estos testimonios revelan un cierto desconocimiento y limitaciones técnicas en la aplicación de armas químicas en un terreno tan peculiar como el Rif, lo que también reflejaba la falta de experiencia de las fuerzas españolas en este tipo de guerra.

Desde un punto de vista estratégico, el empleo de armas químicas en el Rif también tuvo repercusiones políticas. España se convirtió en uno de los pocos países en utilizar armas químicas en un conflicto colonial (Gran Bretaña lo utilizó contra los kurdos en 1920), y esta decisión generó polémicas y denuncias, especialmente por parte de Abd-el-Krim, quien intentó llevar el caso ante la Sociedad de Naciones. Situación taimada puesto que el líder rifeño también quiso incorporar a su arsenal armas químicas como lo demuestra su adquisición a finales de 1921 en el que un lugarteniente suyo, Hadu ben Hammun compró cuatro “cajas de gas” en Taurit, puesto fronterizo francés, este hecho fue detectado por los servicios de inteligencia españoles.

La llegada de Primo de Rivera

A finales de 1923, la situación política en España estaba marcada por la inestabilidad y el desgaste de los gobiernos civiles debido a la crisis social, económica y militar que había sacudido al país desde el desastre de Annual en 1921. En este contexto, el 13 de septiembre de 1923, el general Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña, protagonizó un golpe de Estado que fue respaldado rápidamente por las principales guarniciones militares. El Rey Alfonso XIII aceptó este movimiento, lo que consolidó la llegada de Primo de Rivera al poder y marcó el inicio de una dictadura militar que se autodenominó Directorio Militar, poniendo fin al sistema de la Restauración y a los gobiernos civiles que habían mostrado una notable incapacidad para gestionar la situación en el Protectorado de Marruecos y las demandas internas de reforma.

Al asumir el poder, Primo de Rivera se enfrentó a un escenario complicado en Marruecos, donde la guerra en el Rif se encontraba en un punto crítico. Aunque tras el desastre de Annual el ejército español había logrado recuperar buena parte del territorio perdido y estabilizar el Rif oriental, las operaciones habían sido extremadamente costosas en recursos y vidas. Además, las condiciones de vida de las tropas eran difíciles, y el desgaste moral y físico afectaba a la operatividad del ejército.

La resistencia rifeña, liderada por Abd-el-Krim, se había consolidado en la zona central y occidental del Rif. Abd-el-Krim había logrado unificar a numerosas cabilas bajo su mando y establecido una fuerza bien organizada, conocida como la República del Rif, que representaba una amenaza real y constante para el control español en el Protectorado.

El gobierno civil que precedió a Primo de Rivera, bajo la dirección de García Prieto, había intentado sin éxito una política de negociaciones con ciertos líderes rebeldes, como Raisuni, en un intento de reducir la presión en la zona occidental del Protectorado. Sin embargo, el fracaso de estas negociaciones y la continuidad de la guerra erosionaron aún más la confianza en la capacidad del gobierno civil para gestionar el conflicto. El informe Picasso, que exponía las graves deficiencias en la organización y gestión militar que habían contribuido a la catástrofe de Annual, generó una gran controversia en el Congreso, y su divulgación minó aún más la imagen de los altos mandos y del sistema político de la época.

En este contexto, Primo de Rivera asumió el mando sin una idea clara sobre cómo resolver el problema de Marruecos, pero consciente de que era un asunto prioritario para su régimen.

Situación en el protectorado a principios de 1924.

Los ataques a las posiciones españolas a comienzos del año 1924 continuaron siendo habitual en todo el protectorado. En la zona oriental, el general Sanjurjo, quizás el mejor estratega que poseía el ejército español, al mando de la comandancia de Melilla había creado una zona de fácil defensa, en profundidad, con punta en Dar-Drius – Ben Tieb – Bufarcut – Tafersit – Afrau – Hasi Berkan – Kans Siacha. Con ello se logró estabilizar todo el frente y ocupar las últimas dos cabilas que le quedaba a sus espaldas entre Monte Arruit y el protectorado francés (Beni Buyahi y Ulad Settut).

Para principios de ese año, Abd-El-Krim estaba resuelto a cambiar su acción ofensiva hacia la zona occidental del protectorado. A eso ayudaba el gran nivel de desperdigamiento, nuevamente, de las posiciones españolas en el Yebala y la Gomara. Su estrategia seguía siendo la de atacar dichas posiciones, aislarlas y esperar la llegada de los refuerzos para caer sobre ellos, e intentar romper el equilibrio de las fuerzas españolas al igual que había hecho en el frente oriental con Abarrán, Igueriben y finalmente Annual.

Para favorecer una acción ofensiva en la zona occidental y levantar las cabilas de la zona, envió a su hermano Mohamed al frente de un gran contingente de rifeños en dirección al Yebala. Su lugarteniente, El Jeriro, se puso en marcha hacia la zona de La Gomara para levantar Beni Said, Beni Hassan y Beni Hozmar. Asimismo, y como habían hecho en la zona oriental, no dudaron en acabar con aquellos caídes afectos a España, como el caíd Hafud de Beni Hasan, asesinado por El Jeriro. O el notable Abdelmalik, asesinado por Abd-El-Krim.

En ese contexto, en España y con el dictador Primo de Rivera, la censura impidió que este ambiente de gran tensión en la zona occidental pudiera tenerse información fidedigna en España, a través de los medios de comunicación. Así lo describe el cronista Sánchez del Arco :

“1924 es el año sin historia. Teniéndola por trágica, todavía no ha logrado relato ni comentario” (De la Cierva, 1973: 218)

Primo de Rivera que había dado un golpe de estado incruento en septiembre de 1923, quiso desde ese momento asentar su régimen dejando la cuestión de la defensa del protectorado marroquí en un segundo término. Sólo se respondía a las acciones de hostigamiento con acciones ofensivas tácticas de corto alcance y de liberación de aquellas posiciones que no comprometieran la defensa general de las comandancias.

A partir de marzo de 1924, una vez calmada las cuestiones políticas, Primo de Rivera que recibía informes mensuales de la actividad rifeña en el protectorado, comenzó un proceso de reorganización de las fuerzas armadas de cara a una mayor presencia de estas en el protectorado. Para ello, creo una oficina de asuntos indígenas dentro de presidencia que tenía relaciones directas con el alto comisario en Tetuán, nombrando al general Aizpuru. Asimismo, y de cara a posibles contingencias en el protectorado, creo dos masas de reserva peninsulares, una en Alicante y otra en Almería. Reorganizó las fuerzas navales de Marruecos designando como jefe de ésta al contraalmirante Guerra Goyena, con residencia en Tetuán para una mejor colaboración con el ejército.

Como jefe del consejo supremo de guerra y marina se nombró al general Weyler, estratega de reconocido prestigio. También se mejoró la aviación en el protectorado con dos áreas de actuación. La zona occidental con sede en Tetuán con 70 aviones de reconocimiento y bombardeo y la zona oriental con 30 aviones de reconocimiento y bombardeo, estableciendo una reserva en Sevilla de 20 aparatos.

En cuanto al ejército de tierra, con la sucesiva incorporación de banderas al cuerpo de la Legión, la mejora de su organización táctica, con una compañía adicional de fusilería, nuevas armas y una mejora en la calidad de los regulares hizo que el ejército pudiera defender y atacar con mayor potencia de fuego. Asimismo, se empezó a organizar guerra de guerrillas contra las harcas insurgentes, atacando mediante golpes de mano sus bases económicas (quema de cosechas y aniquilación de ganado) y militares (asesinatos selectivos, toma y destrucción de puestos defensivos).

En junio de 1924 los síntomas de insurrección en la parte occidental del Marruecos español empezaron a evidenciarse, claramente y a pesar de todas estas mejoras y reorganizaciones, la base del problema seguía siendo los cientos de posiciones españolas desperdigadas por un territorio, las cabilas, siempre con el temor a una traición.

El 10 de julio, Primo de Rivera inicia una visita al protectorado para conocer de primera mano la situación de este. Será la primera de varias visitas a la zona hasta el desembarco de Alhucemas.

¿Abandonar el protectorado?

La opinión que tenía Primo de Rivera sobre el problema marroquí fue cambiando desde 1921 hasta agosto de 1924. En una intervención ante el senado en noviembre de 1921, indicaba lo siguiente:

“Yo estimo, desde un punto de vista estratégico, que un solo soldado más allá del Estrecho es perjudicial para España” (De la Cierva, 1973: 222)

Esta intervención, como no podía ser de otra forma, estaba influenciada por el desastre de Annual que había ocurrido meses antes. Así cuando llegó al poder en septiembre de 1923, un profundo malestar recorrió todas las guarniciones del protectorado. A esto se unió la nula actividad ofensiva durante los primeros meses de 1924 que daba a entender que ese abandonismo podría llevarse a cabo.

Este abandonismo, no obstante, era reflejo, también, de una sociedad española que no entendía como se seguía con los altos costes económicos y el trasiego de ataúdes por el estrecho devolviendo a la península soldados muertos. Comentaba a este respecto José Calvo Sotelo, el profundo pacifismo de Primo de Rivera al cual consideraba:

“El verdadero apóstol del pacifismo”. (Tamames, 2008: 177)

Previo, incluso, al inicio de su dictadura, Primo de Rivera veía el conflicto marroquí como un problema desde un punto de vista más económico que militar. No estando, por supuesto, de acuerdo con los militares africanistas en que un abandono del protectorado supondría el fin del ejército español.

Quiso, prueba de este punto de vista económico-abandonista, llegar a un acuerdo con Abd-El-Krim para que renunciara a su política de conflicto con España dándole una renta personal. E incluso se le planteó la idea de dirigir una región autónoma dentro del protectorado. Pero el líder rifeño lo quería todo, y sobre todo quería ser presidente de un país independiente.

Llegó incluso plantear cambiar Ceuta por Gibraltar a los ingleses en varias ocasiones y abandonar el protectorado en fechas, incluso tan tardías, como junio de 1925.

No obstante, aunque planteó, como se ha visto, el abandono del protectorado, el general Primo de Rivera era una persona de pensamiento cambiante, tal como se puede desprender del discurso que dio en el ayuntamiento de Málaga el 26 de junio de 1924, previo a visitar Marruecos

“El problema (de Marruecos) tiene que ser de verdadera continuidad, tiene que ser un problema de conjunto, se tiene que ir a un protectorado de verdad”. (De la Cierva, 1973:222)

Este cambio de opinión producto del viaje a Marruecos parece renunciar a la idea del abandono del protectorado, pero en la parte final de su discurso aborda que todo es posible, pero sin llegar a la extenuación

“Es un compromiso de honor; es, ciertamente, un compromiso internacional; pero de ninguna manera puede serlo más que hasta el límite de nuestras posibilidades”. (De la Cierva, 1973:222)

Quizás en este momento, Primo de Rivera, a falta de un plan más alcanzable estuviera pensando en una solución estratégica que pudiera minimizar riesgos.

El repliegue en la zona occidental. Una solución de compromiso.

Primo de Rivera llegó a Ceuta el 11 de julio de 1924 y realiza una visita de inspección por la zona del río Lou, zona que se había sublevado, revisa varias posiciones y realiza algunos nombramientos, entre ellos el del general Castro Girona como asesor ejecutivo del alto comisario Aizpuru. El 18 de julio, embarca hacia Melilla y al día siguiente asiste a una parada militar y de inspección en Ben Tieb que termina con un almuerzo. En dicho almuerzo, el Tte. coronel Franco inquiere a Primo de Rivera sobre un posible desembarco en Alhucemas. Éste le indica que de momento no es posible.

El monte Gorgues visto desde la estación de ferrocarril de Tetuán.

Algunos autores consultados difieren el tono de la conversación. Mientras que algunos indican que hubo más que palabras, otros indican que fue una conversación amena. Tampoco es verdad como dicen algunas fuentes consultadas que el menú de la famosa comida de Ben Tieb fuera a base de huevos. Si es cierto, como indica Ricardo de la Cierva, que hubo varias conversaciones de diferente grado, entre los mandos africanistas y Primo de Rivera, sobre el rumbo a tomar para poder pacificar el protectorado.

Artillería española respondiendo a fuego enemigo desde Tetuán hacia el macizo del Gorgues para abrir paso al convoy que abastece la posición de Gorgues, sitiada por los rebeldes.

Como resultado de esas conversaciones, es posible que el dictador, recapacitara en las siguientes semanas, sobre su tesis abandonista y la cambiara por otra menos radical a la espera de tiempos mejores. Dicha solución pasaría por realizar la misma labor que había realizado el general Sanjurjo en la comandancia de Melilla, establecer una línea continua de defensa con una retaguardia completamente segura con unas cabilas desarmadas detrás del frente

En ninguna de las fuentes consultadas se indica la paternidad de la idea del plan de repliegue para la zona occidental del protectorado. Es posible, que además de Primo de Rivera como valedor de la nueva opción, participaran el nuevo asesor militar general Castro Girona o bien el responsable de mayor rango dentro de las fuerzas armadas, el general Weyler.

En primer plano Tetuán desde el Gorgues, algunos emplazamientos de referencia de referencia señalados y la península al fondo. (Fuente: Elgrancapitan.org)

Si es claro, los objetivos que se consideraron para la realización de este repliegue estratégico: defensa de Río Martín y el ferrocarril que lo unía con Tetuán; conservación del macizo de Gorgues, para la seguridad de Tetuán; mantenimiento de las comunicaciones Tetuán – Larache – Tánger y la defensa del ferrocarril de Tánger a Fez que era una prioridad internacional.

La “línea Estella”.

La línea “Estella” o línea “Primo de Rivera”, la primera mención en honor a su marquesado y la segunda a su propio apellido, era una línea de defensa más o menos rigurosa dependiendo de las puestos estáticos y móviles disponibles, que comenzaba en el mediterráneo y terminaba cerca de Alcazarquivir en el rio Lucus que servía de frontera entre los protectorados español y francés.

Incluía una parte de la cabila de Beni Hozmar, sólo la parte más plana. Las poblaciones de Ben Karrich, así como los poblados de Tamesagat. Proseguía por el río Hayera, la meseta de Menkal, Busceta y el monte cónico todo ello por debajo de la carretera que unía Tetuán con Tánger. Incluía toda la cabila de Uad Ras con poblaciones tan importantes para España como Fondak de Ain Yedida, el collado, Azib el Abbas o el Zoco Tzelazta. Este tramo atravesaba de este a oeste la península de Yebala llegando a una zona cercana a la zona internacional de Tánger denominada el Fahs español.

El general Castro Girona con su estado mayor valorando la marcha de su columna (Fuente: Archivo histórico militar)

Desde este punto giraba hacia el sur, en línea recta, pasando por Buisa y Ain Ben Amar; incorporaba la cabila Garbia. Seguía por Maida y luego hacia Megaret, incluía también la cabila de Jolot y las poblaciones de Trabajanda, Taatof.

Esta línea de defensa no era impermeable, sino que, durante muchos meses posteriores al repliegue general, siguió soportando ataques de fusilería y cañoneo continuo sobre Tetuán por detrás del Gorgues en Bu Ziegtum. Pero permitía un auxilio rápido a los puestos avanzados sin tener que recurrir a las costosas, en vidas humanas y material, operaciones de suministros. El propio General Primo de Rivera lo reconoció:

“La nueva línea occidental será sin duda tiroteada […] pero evitaremos tragedias repetidas de posiciones aisladas y sin posible socorro, porque ahora lo será de manera inmediata. Además, el tiempo perfeccionará las medidas de defensa”. (Fernández, 2012: 235 – 236).

El establecimiento de la línea de defensa conllevaba el repliegue por detrás de ella de cientos de posiciones españolas aisladas. Y ésta fue la principal tarea a llevar a cabo. Dado que dicha retirada sería considerada un acto de debilidad por parte de Abd-el Krim, se consideraba la posibilidad de un ataque generalizado a las posiciones, buscando un segundo Annual.

El repliegue.

El proceso de retirada de las tropas españolas comenzó oficialmente en septiembre de 1924 y termino a finales de enero de 1925. No se realizó en todas las cabilas al mismo tiempo. Se hizo de forma escalonada partiendo de la zona más oriental al borde del Mediterráneo, la zona del rio Lau con las cabilas de La Gomara (Beni Said, Beni Ziat y Beni Buzra), continuó por la que fue la parte más complicada de ejecutar de todo el repliegue, Xauen (incluía las cabilas de El Ajmas, Beni Zait, Beni Hassan y Beni Hozman), siguió por la zona del Lucus, al suroeste de Tetuán (con las cabilas de Beni Aros, Beni Gorfet, Sumata, Beni issef, Beni Scar y Ahl Serif) y terminó con el aislamiento de La Anyera y Uad Ras.

Mapa con las zonas evacuadas y cuando se produjo su repliegue (Fuente: Xeruta.blogspot.com)

1.- Uad Lau.

El levantamiento de estas cabilas apoyadas por El Jeriro comenzó en junio de 1924 sitiando las posiciones de estaban a lo largo del río Lau entre Dar Akobba, en el camino de Xauen a Tetuán y Uad Lau en la costa mediterránea. Posiciones principales como Kobba d’Arsa, Tisgarin, Solano, Tazza estaban desde aquel mes completamente sitiadas. Varios intentos de liberar las posiciones se realizan entre junio y agosto con resultado dispar.

Las posiciones enclavadas en las cabilas de Beni Buzra, Beni Ziat y Beni said fueron las primeras en iniciar el repliegue. La primera posición que se evacuó fue Meter el 8 de septiembre. Para este repliegue, se utilizarán tres columnas, una mandada por el general Serrano, otra por el Tte. coronel Franco y la tercera al mando del general Grund.

Artillería de campaña en movimiento en la cuenca del Lau

El repliegue se realiza mediante un recorrido de sur a norte, partiendo de Uad Lau hacia Mazari siguiendo la línea de la costa, y bajo su protección, por parte de la columna del Tte. coronel Franco (este avance sería posteriormente imitado por el propio Franco, ya convertido en general, durante los primeros momentos de la guerra civil al iniciar su acercamiento a Madrid por Extremadura, con la frontera portuguesa protegiéndole un flanco). En Mazari, se une con la columna del general Serrano y se encaminan por el interior hacia el macizo de Mahfora, donde se desdobla. Una parte irá hacia Tafugalfz y la otra parte caerá sobre El Sebt en la rivera del Lau e irá ascendiendo el mismo hacia Dar Akobba. Una tercera columna, mandada por el general Grund que había salido del Gorgues no pudo culminar su enganche con la columna del General Serrano y tuvo que dar media vuelta.

Arriba fotografías aéreas de la posición Koba Darsa. Abajo a la izquierda planimetría de la posición. Abajo a la derecha, los defensores de Koba Darsa liberados de las fuerzas del Rif que los tenían rodeados (Fuente: xerutablogspot.com).

La columna Serrano sigue ascendiendo por el rio Lau hasta Koba Darsa pero es parada en seco en Azagar. No pueden liberar y recoger a los defensores de Xalarfa, Solano y Tazza teniendo que retirarse a finales de agosto hacia la costa.

 Convoy motorizado hacia las posiciones de Solano. (Fuente: elgrancapitan.org)

La retirada del valle de Uad Lau, población civil, campamento y posiciones de la desembocadura, se realizaron con discreción para evitar que los moros afectos a España cambiaran de bando en medio del repliegue. La posición de Zoco del Sebt se evacuó los días 11 y 12 de noviembre con todo su material.

El Tte. Coronel Franco al frente de sus hombres en un puesto de ametralladoras en Uad Lau

La retirada anfibia, al no poder progresar hacia Dar Akobba, de Uad Lau se hizo reembarcando 3.000 hombres, entre el 14 y el 15 de noviembre, dirigidos por el comandante Muñoz Grandes. Las tropas llegaron escalonadas a la cabeza de playa para embarcar en los botes y barcazas, con apoyo de la armada y la aviación.

Prisioneros rifeños capturados por regulares en Dar-Akobba. Presumiblemente serán fusilados en cuanto se obtenga toda la información que tengan (Fuente: ABC).

La línea de posiciones del río Martín se reorganizó el 17 de diciembre, para proteger las comunicaciones con Ceuta de las agresiones procedentes del monte. La operación la realizó el general Fanjul sin contratiempos.

 Impresionante imagen del despliegue de legionarios y regulares bajo fuego de las harcas enemigas (Fuente: Archivo Histórico Militar)

2.- Xauen.

La retirada de Xauen y de todas las posiciones que existían en el camino Tetuán – Xauen y los alrededores de esta última ciudad, fue las más complicada.

Las comunicaciones con Xauen estaban cortadas desde junio debido a la presión que estaban ejerciendo las harcas de Abd-El-Krim al mando de su hermano Mohamed. Para poder realizar la conexión con Xauen y dejar expedito el camino, partió de Tetuán el 23 de septiembre, el general Castro Girona al mando de tres columnas: columna de la derecha dirigida por el general Serrano, columna de la izquierda dirigida por el mismo y columna de enlace dirigida por el coronel Ovilo. Actuaba de vanguardia de la columna Castro Girona, el Tte. coronel Franco.

Fuego artillero sobre campo enemigo, durante el avance de las guerrillas de la columna Serrano hacia Xauen

Abierta la comunicación con Xauen el 29 de septiembre, el camino entre Tetuán y Xauen quedó protegido por columnas en Taranes, Xeruta, Dar Akobba y Zoco el Arbaa (es decir por sus flancos derecho e izquierdo). Sigue su avance, con fuerte oposición enemiga y expedita la última parte del camino hacia Xauen, desde el puente Fomento para que puedan pasar los camiones. Finalmente, el 30 de septiembre y el 2 de octubre entrarán en Xauen las columnas de Serrano y de Castro Girona respectivamente.

El general Primo de Rivera, a la derecha, observando la evolución de las columnas de despliegue hacia el Gorgues.

A partir del 12 de octubre, Castro Girona, procede a fortalecer la posición de Xauen mediante la ocupación de posiciones avanzadas en Alalex, Tahar, Garusin y Miskrela. Con ello, se protegerá la carretera de salida de Xauen durante la retirada. A finales de octubre emprende el avituallamiento y recogida de los puestos de la zona empezando por Acarrat y llegando hasta Tanafalt, El Kala y Draa el Asef. En esta última posición, reúne todo lo recogido y manda un convoy de mulos hacia Xauen, que logra pasar sin mayor novedad. Sin embargo, las columnas de Castro Girona son forzadas a quedarse en Acarrat bajo fuego intenso, al apercibirse las harcas del fuego que ha provocado Castro Girona para destruir Draa el Asef.

 

Logística de la columna Castro Girona hacia Yedida

Después de 2 días de intensos combates, llega a Xauen el 28 de octubre. Entre el 29 de octubre y el 16 de noviembre, retirará todo el personal civil español, de religión hebrea y militar no necesario hacia Tetuán, unas 10.000 personas. El 17 de noviembre comienza la retirada general de la zona, de madrugada, abandonándose todos los puestos alrededor de Xauen. Se vuelven a formar dos columnas: columna izquierda para el general Serrano, columna derecha para Castro Girona que irá en vanguardia y cerrando en retaguardia el Tte. coronel Franco. Esta retirada se irá escalonando: desde Xauen hasta Dar Akobba el 17 de noviembre; desde Dar Akobba y Xeruta hasta Zoco el Arbaa recogiendo posiciones intermedias, el 19 de noviembre, y desde Zoco el Arbaa hasta Taranes y Ben Karrich final de repliegue entre el 11 y 12 de diciembre. Entre el 19 de noviembre y el 11 de diciembre se desencadenó un fuerte temporal que detuvo la marcha.

En Xeruta pudo ocurrir el desastre dado que el enemigo superó la última línea de retaguardia y fijó la misma despegándola de las columnas principales. Hubo quinientas bajas. Desde Zoco Arbaa, Castro Girona se hace cargo de toda la operación por la muerte, en combate, del general Serrano. Abd-El-Krim entró en Xauen el 14 de diciembre.

 

Poblado de Mayeri incendiado por las tropas españolas para levantar el cerco de la posición de Ceinar

Las posiciones al suroeste de Tetuán estaban en situación desesperada también, dado que llevaban asediados desde el levantamiento general de junio. La posición de Adrú cayó en manos enemigas el 3 de octubre. Una columna que salió de Ben Karrish en su socorro ocupó Ameger, pero no pudo seguir el avance.

Puesto de mando del general Serrano observando la acción para romper el cerco de la posición Ceinar y seguir avanzando hacia Xauen. El general está mirando por prismáticos de pie

Las posiciones de Buharrat, Serrano y Gallego se evacuaron el 11 de octubre, y el 12 se consiguió rescatar la guarnición de Adrú gracias a la intervención de la columna Ovilo que partiendo de Zoco El Arbaa, liberó la misma y se replegó de Ameger a Ben Karrish.

El general Serrano. Libertador de Xauen. Morirá semanas después en el repliegue hacia Tetuán. El mando lo asumirá directamente el general Castro Girona.

El general Serrano con su estado mayor y el Bajá de Xauen

 Xauen liberada.

Ruta de retirada desde Xauen hacia Tetuán de las columnas conformadas por las tropas libertadoras de Xauen y las tropas agrupadas después de su recolección de todos los puestos de sus alrededores.

3.- Beni Aros.

El repliegue de la cabila de Beni Arós comenzó el 26 de septiembre, con el abandono de las posiciones Tahar Berda, García Acero y Rof, siguiendo en octubre con las posiciones de Sidi Ali hasta Megaret. Las posiciones de más al sur: Beni Isef, Beni Sicar y parte de Ahl Serif se realizó más tarde entre el 29 de noviembre y el 29 de enero. Las posiciones de la cabila de Beni Gorfet estaban sitiadas desde septiembre y con falta de suministros. A partir del 22 de octubre se levantó el cerco de todas ellas y se fueron abandonando en un repliegue hacia la línea Estella por Beni Aros – Regaia.

 

Guerrilla de la Legión (unidad pelotón, separada de la columna, actuando de flanqueo o exploración) tiroteando al enemigo en Beni-Arós.

4.- Anyera y Uad Ras.

Se produjo un levantamiento general en estas dos cabilas el 13 de diciembre cortando las comunicaciones entre Tetuán, Ceuta y Tánger. Alcazarseguir se pierde y la posición de Zoco el jemis estuvo sitiada con toda su guarnición. Finalmente se liberó la posición y se abandonó el valle de Jemis el 16 de diciembre, replegando todas las posiciones intermedias entre la línea Estella y dicho valle. Se vuelve a reabrir comunicaciones con Tánger en enero de 1925 después de intensos combates.

Columna del General Riquelme dirigiéndose hacia el zoco de Jemis para liberar las posiciones asediadas por el enemigo.

Resultados del repliegue.

La retirada de las posiciones de la comandancia de Ceuta a la línea Estella causó una cifra de muertos que hoy en día sigue sin estar clara y depende del autor que se consulte. El motivo de su desconocimiento fue, nuevamente, la censura que existió en la dictadura. Ricardo de la Cierva indica que

“hubo unas dos mil bajas que no muertos” (De la Cierva, 1973: 240).

Fernández Riera indica que tal vez la más previsible de cuatro mil quinientos;

“los muertos algo más de la tercera parte de esta cifra”. (Fernández, 2013:246).

Por otro lado, Fontenla Ballesta afirma que

“La retirada había costado aproximadamente 3.500 muertos y 10.000 heridos”. (Fontenla, 2017:776).

Solo por citar tres fuentes estudiadas. Si realizamos una media entre las cantidades aportadas, las cifras serían 2.500 muertos y 6.000 heridos, aunque estas cantidades no dejan de ser estimaciones probabilísticas.

Por otro lado, se ha dicho que la retirada fue un error estratégico, aunque no hay duda de que fue un acierto táctico. Así lo afirma Ricardo de la Cierva, indicando que la retirada y la línea de defensa

“era una cadena lógica de posiciones defendibles, bien enlazadas con la retaguardia” (De la Cierva, 1973:240).

Por contra Fontenla Ballesta indica que fue negativo y lo argumenta con una serie de puntos que incluye cuestiones tácticas y estratégicas. Estos dos ejemplos se pueden extender a otros autores a favor y en contra.

Sin embargo, la reconfiguración de la comandancia de Ceuta y el abandono de los más de cuatrocientos puestos constituyo un acierto dado que evitó que la sublevación de la Yebala y La Gomara, se llevara por delante toda la estructura defensiva, igual que ocurrió tres años antes en la comandancia de Melilla de consecuencias imprevisibles.

Sólo en Xauen y su zona de influencia, había más de 10.000 soldados españoles. Abd-El-Krim podría haber infringido una derrota y como ejemplo de ello, está la dolorosa retirada del río Lau. Por tanto, desde un punto de vista estratégico y táctico, la línea fue todo un éxito y su ejecución, con una operativa conjunta de las fuerzas de tierra, mar y aire y con una única jefatura por parte de Primo de Rivera fue también un éxito.

Zona del Rif y zonas protegidas por la línea Estella a la izquierda y línea Sanjurjo a la derecha

En la retirada de las tropas inglesas de Dunquerque, un asesor comentó a Churchill que la recuperación de la mayor parte del ejército destinado en Francia había sido un éxito del que alegrarse. Churchill comentó que

“[…] la guerra no se gana con retiradas. Pero se ha de indicar que ayuda a ganarlas”.

 

A la izquierda, las líneas verdes representan las complicadas maniobras para liberar Xauen y permitir el repliegue. A la derecha, situación definitiva de la Línea Estella (en verde).

Conclusiones

La retirada a la Línea Estella, conocida también como retirada de Xauen, marcó un cambio fundamental en la estrategia militar española en el Rif, alineándose con las ideas expresadas en la Conferencia de Pizarra de 1922. Antonio Maura, entonces presidente del gobierno, había subrayado la importancia de no dispersar recursos en zonas de escasa relevancia y centrarse en operaciones de gran impacto estratégico, como un posible desembarco en Alhucemas, el centro de la resistencia rifeña. Esta retirada permitió a España optimizar sus recursos y concentrarse en objetivos estratégicos claros, en lugar de mantener tropas dispersas en posiciones indefendibles y costosas. Esta maniobra anticipaba el principio de la guerra de movimientos profundos defendido por el estratega británico Fuller, quien abogaba por el enfoque en puntos críticos del enemigo para romper su resistencia de manera decisiva.

La reorganización de posiciones hacia la Línea Estella y la Línea Sanjurjo respondió también a una visión de eficiencia logística y de fortificación estratégica defendida por figuras como el general Sanjurjo. Este repliegue permitió centralizar los recursos en áreas clave, evitando la dispersión y fortaleciendo los puntos críticos del frente, lo que a su vez facilitó el aprovisionamiento y la protección de las líneas de suministro. En este sentido, la defensa en posiciones fuertes seguía los principios de Svechin y su concepto de guerra de desgaste, donde la resistencia se centra en agotar progresivamente al enemigo, limitando las pérdidas propias y consolidando el terreno bajo control. Además, la estructura fortificada posibilitó el desarrollo de maniobras integradas de apoyo aéreo y terrestre, en línea con la anticipación de Fuller sobre la integración de armas combinadas en combate.

La consolidación de posiciones españolas y la reducción del frente contribuyeron a que las fuerzas rifeñas redirigieran sus ataques hacia el protectorado francés. En los años previos, el general Lyautey, entonces al mando del protectorado francés en Marruecos, había optado por evitar la colaboración directa con el gobierno español, manteniéndose al margen del conflicto español. Sin embargo, la presión rifeña sobre las posiciones francesas, que llevó a grandes bajas y una crisis similar a la sufrida por España en Annual, cambió la postura francesa. Este giro resultó en la colaboración franco-española que culminó en el desembarco de Alhucemas en 1925, una operación decisiva que se benefició de la integración de múltiples fuerzas para un asalto coordinado. Así, la retirada defensiva española, inicialmente planteada como una maniobra de contención, se transformó en un movimiento estratégico que facilitó la cooperación internacional y el posterior avance ofensivo, en línea con las ideas de Ludendorff sobre la guerra total, donde la sincronización de todos los elementos militares y civiles resultaba esencial para el éxito.

Douhet y sus ideas sobre el poder aéreo y la guerra de desgaste tuvieron influencia en la doctrina militar de la época, especialmente en España. Douhet defendía el uso del poder aéreo en operaciones estratégicas para atacar infraestructuras, puntos de apoyo y concentración y desmoralizar al enemigo, principios que resonaron en los oficiales españoles al utilizar la aviación para bombardear áreas de apoyo rifeño y proteger las líneas defensivas. Estas ideas también impulsaron la reubicación y optimización de las bases aéreas principales en el Rif, como las de Tetuán, Larache, Zeluán o el Atalayón, fortaleciendo el apoyo logístico a las posiciones fortificadas y facilitando la preparación para futuras ofensivas. La aplicación de ataques aéreos como arma estratégica refleja la influencia de Douhet, integrando la aviación como un recurso clave para disminuir la capacidad de resistencia y apoyo de los rifeños.

La retirada a la Línea Estella y la Línea Sanjurjo reflejó una evolución táctica hacia una defensa posicional sólida y una estrategia de repliegue calculada. En cambio, el líder rifeño Abd-el-Krim y sus fuerzas adoptaron la “aproximación indirecta” de Liddell Hart. En lugar de enfrentarse en combates directos, los rifeños atacaban las posiciones fortificadas españolas y usaban tácticas de guerrilla para atacar en puntos menos defendidos, utilizando el terreno montañoso a su favor para hacer saltar las líneas de defensa. Sin embargo, al estabilizar sus líneas, las fuerzas españolas también recurrieron a tácticas de desgaste, como proponía Svechin, preparando a sus tropas para la ofensiva en Alhucemas y empleando la defensa activa para desgastar progresivamente al enemigo sin incurrir en enfrentamientos de alto coste.

Estas conclusiones subrayan cómo la retirada estratégica de España en el Rif no solo optimizó los recursos y minimizó las bajas, sino que también sentó las bases para una colaboración decisiva con Francia. La incorporación de figuras como Maura, Berenguer, Sanjurjo o el propio Primo de Rivera permite ver esta maniobra como una estrategia cuidadosamente calculada que, lejos de simbolizar una derrota, demostró el valor de una estrategia de repliegue que optimizó los recursos y preparó el camino hacia la victoria en un conflicto sumamente complejo y costoso para España.

 

 

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