1936, El bucle melancólico

Juan Manuel Álvarez Espada

Desde Encinasola

Hoy se cumplen 80 años de la sublevación militar y, en parte también, civil contra la II República. No se debería considerar al día de hoy como el aniversario del comienzo de la guerra civil. Ya pasó hace dos años con la conmemoración del centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial, que tampoco empezó el 28 de Julio de 1914, con el asesinato del Archiduque Fernando en Sarajevo. Y es que los inicios de los conflictos, a veces no son los que nos dicen ser, aunque sepamos que estos terminaron degenerando en conflictos armados. Tampoco parecen ser los actores que nos dicen ser. Poca gente sabrá que el levantamiento fue propiciado por los generales Sanjurjo (que lo había intentado en 1932), Mola y Cabanellas. También se encontraba entre ellos el General Franco, aunque en un papel, si no menor, sí menos importante de lo que resultó después, donde una serie de carambolas, en forma de accidentes de avión lo convirtieron en jefe indiscutible del bando llamado nacional.

No sabía cómo titular este artículo. En un principio, quise llamarlo “la guerra de los 100 años”. Y la verdad es que ya vamos por 80, dado que todavía a derecha y, sobre todo, a izquierda la guerra parece no haber terminado. Pero he decidido llamarlo El bucle melancólico.  La razón de este título, viene del libro homónimo de Jon Juaristi. Se trata de un ensayo sobre la construcción de mitos que justifican el desarrollo y existencia del nacionalismo vasco y su versión más trágica, ETA. Dice el autor que dicho proceso de construcción se basa en la edificación de mitos, leyendas, historias fantásticas, etc… que sostienen y permiten preservar dicho nacionalismo inmunizado, frente a cualquier argumentación crítica o, simplemente, la realidad. Todo se entiende, subjetivamente, como un ataque a dichos mitos que producen insatisfacción y rechazo, lo que el autor denomina “melancolía”. Y eso mismo podemos trasladarlo a este hecho histórico desgarrador donde existieron todas las naturalezas humanas, todas las bondades y todas las maldades, en una frontera permeable entre ambos bandos. Héroes y villanos convivieron unos al lado de los otros y las matanzas que hoy nos parecerían abominables, se sucedieron un día sí y otro también. Grandes batallas y pequeños encontronazos que terminaron con la victoria de los nacionales frente a los republicanos. Ya lo adelantó Miguel de Unamuno, a José Millán Astray en el paraninfo de la Universidad de Salamanca: “Venceréis pero no convenceréis”.

Y es en la derrota de la república, una república ya carcomida por la revolución, antes de la sublevación, donde se empiezan a crear los mitos. Esa república pareció fenecer por ataques externos, cuando, internamente, ya no había casi nada de ella. Y es ese bucle melancólico, el que es utilizado por ciertas fuerzas de izquierda (Podemos incluido) para actuar de banderín de enganche, prestos al combate para mantener la tensión política en su masa votante. Se pueden entender ciertos aspectos humanos, el querer enterrar a nuestros propios muertos, pero no a costa de levantar a otros. Porque la guerra terminó el 1 de Abril de 1939, eso sí lo sabemos con seguridad y la transición, tan denostada hoy por esas fuerzas de izquierda y nacionalistas, fue la que germinó con mejor que peor fortuna, en la democracia asentada que tenemos hoy en día. Los que lucharon en ella, supieron perdonarse. Pero los que no lucharon en ella no parecen querer hacerlo, ¿Lo conseguirán algún día para así dejar ese período tranquilo y mirar hacia adelante? Espero que sí.

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