Segunda Transición

 

Antonio Puech Lissén

Racionales, pero a tiempo parcial

El laberinto en el que se encuentra estos días el PSOE no es más que otro síntoma de la crisis política generalizada en la que se encuentra España y que, con el tiempo, se verá como un proceso de cambio profundo que será asimilable al periodo histórico que hoy, de forma consensuada, se denomina la Transición española, y que se hizo cuerpo jurídico en la Constitución del 78. No solo está en crisis el PSOE, sino todo el modelo político que han sustentado PSOE y PP.

Hace poco parecía que, con la irrupción de los partidos emergentes, esta segunda Transición se iba a producir de manera relativamente rápida. Sin embargo, se está demostrando que la inercia que todavía tiene este sistema político esclerotizado en el que vivimos está resultando más difícil de vencer de lo inicialmente esperado. De esta manera, el PP permanece tal cual estaba antes del comienzo de esta crisis política (que se podría situar en 2011 con el surgimiento del 15-M) en cuanto que mantiene tanto sus estructuras, modos de actuación, como sus dirigentes políticos. Sin embargo, el PSOE, que ya cambió a su dirigencia (no están Zapatero, Rubalcaba, Chaves, Griñán, etc.), y que, parcialmente, cambió su forma de actuar internamente, incorporando ciertas prácticas de democracia interna, como las primarias en la elección de candidatos, mantiene tensiones organizativas que se están poniendo en evidencia estos días. Posiblemente sería simplista reducir estas tensiones a unas meras disputas entre dos facciones dentro del PSOE, entre aquellos que promueven que se dé vía libre al continuismo de las mismas políticas que el PP ha estado llevando a la práctica, promoviendo la abstención del PSOE en la investidura de Rajoy, y aquellos otros que se oponen a esto, alegando que supondría una legitimación de una praxis política que buena parte de la población exige superar. No hay que tener mucho pesquis para apreciar que esta no sería la única causa, pero sí una muy importante.

Sirvan estas breves líneas como comentario sobre la rabiosa actualidad que tiene a la opinión pública pendiente de la interpretación de los estatutos de un partido político, pero también como continuación de la reflexión política que hacíamos en artículos anteriores. Se trataría de hacer, no solo una especulación teórica, sino de aportar soluciones prácticas que permitan superar esta situación de bloqueo:

¿Por qué no acudir a una segunda vuelta entre los dos candidatos más votados y que la ciudadanía decida? Ya no habría posibilidad de enrocarnos en nuestro candidato, si no es uno de los dos más votados. De esta manera habría que elegir al que menos nos disgustara. La situación de bloqueo que vivimos hoy en España, ya no sería posible. Esta es la forma de elección en muchos países, como en Francia, donde se ha llegado a dar el caso de que los socialistas pidan el voto para el candidato de la derecha de Sarkozy para evitar el triunfo del candidato del partido de la ultraderecha liderado por Le Pen.  Así, los ciudadanos se ven obligados a elegir a un candidato que les es ajeno, lo que aquí es imposible que hagan los diputados en el Congreso. Y es que me parece sorprendente que se haya instalado en parte de la opinión pública la exigencia, por una supuesta legitimidad democrática, de que los diputados del PSOE estén obligados a permitir un gobierno del PP con una abstención en la investidura de Rajoy. Se puede decir que el PP ha ganado las elecciones a las Cortes generales porque ha conseguido más diputados, pero Rajoy no ha ganado ninguna elección a presidente de gobierno. De hecho ha perdido la que recientemente se ha producido en su investidura fallida.

Esta reforma legislativa que se requeriría para incorporar la segunda vuelta permitiría reducir la quiebra que buena parte de la powblación percibe en el sistema político actual. Pero no sería suficiente. La sociedad ya ha cambiado y exige modos que no han terminado de instalarse plenamente en la vida política española. Para culminar esta segunda Transición será necesario que los partidos sean más transparentes y se evidencie que se pueden contraponer diferentes estrategias políticas sin que el partido esté en peligro de descomposición, como es el caso del PSOE. Por otro lado, esta segunda Transición no se culminará hasta que el PP también incorpore los nuevos modos. Es lógico que, como partido conservador le cueste más incorporar los cambios, pero será inevitable que estos también lleguen. No tiene sentido que el partido se dirija hoy día de manera absolutamente vertical sin que se evidencie ninguna discrepancia (esta unanimidad sin fisuras recuerda a las votaciones de los partidos comunistas del bloque soviético, elecciones a la búlgara…)

La sociedad ya ha cambiado, se admiten con dificultad las prácticas antiguas que nos han convertido en una democracia de baja calidad. Entiendo que los cambios que nos traigan una regeneración democrática son inevitables (democracia interna en partidos, listas abiertas, independencia del poder judicial, etc), tardarán más o menos tiempo, pero llegarán. Cuanto antes se produzcan, antes se eliminará el desajuste que hay entre representantes y representados y podremos estudiar este periodo como la Segunda Transición.

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